
Desde Bogotá, Colombia. El ambiente del hotel que lleva el nombre de una cadena internacional, exactamente contiguo a la sede de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), parece ajeno a lo que proyectan las pantallas de los televisores. Es martes por la tarde, apenas pasado el mediodía y el Barcelona F. C. se juega el paso a la final de la Champions League. Mientras eso sucede, Infobae Cultura dialoga con el escritor, crítico cultural y ensayista Jorge Carrión, de visita en la capital colombiana como parte de la delegación de España, país invitado en este bullicioso y extenso encuentro literario-editorial que se desarrolla en paralelo al de Buenos Aires.
El autor catalán vino a presentar una nueva edición, actualizada y aumentada de su libro-hit Librerías, con prólogo del historiador francés Roger Chartier y epílogo del propio Carrión, donde reflexiona sobre la evolución del panorama librero desde 2013 hasta la actualidad. “Es la primera edición colombiana y estoy muy contento por eso”, afirma.
Por cierto, dado el contexto futbolero ya relatado, hay momentos en que entrevistador y entrevistado pausan la conversación y fijan la vista en la tele para ver lo que hacen Lautaro Martínez, Lamin Yamal y los demás guerreros que habrían de protagonizar (el resultado es bien conocido) uno de los grandes espectáculos futbolísticos del año y tal vez de la década. “Para el infarto...”, mensajeará Carrión un rato después, camino al aeropuerto El Dorado para regresar a Barcelona, cuando había concluído el partido y la suerte blaugrana estaba echada.

Por fortuna, las pausas y las distracciones propias de dos hombres hablando de algo específico pero pendientes de unos muchachos corriendo detrás de la pelota a miles de kilómetros de distancia, no caben en la transcripción de esta entrevista que versó sobre temas de consumo cultural e inteligencia artificial, especialidades del autor catalán que en su juventud vivió en Argentina y recorrió Sudamérica como para conocerla con propiedad y bastante profundidad.
Por cierto, el tema del momento es El Eternauta: Carrión la vio completa en su viaje Madrid-Bogotá, le gustó mucho y afirma que en el contexto actual de este tipo de producciones, “es el primer éxito argentino global”. Y que el cómic original, es “la gran novela sobre Buenos Aires”.

Fenómeno “El Eternauta”
En ese marco, leer y ver El Eternauta hoy en formato seriado, equivale a a su entender a reinterpretar el sentido político de “un mito cultural argentino que se resignifica con cada generación.”
—¿Qué ves alrededor de todo este fenómeno que está generando la serie?
—Mira, yo publiqué Teleshakespeare en el 2011... No recuerdo en qué año Interzona publicó la edición argentina, pero yo en aquella época tenía una visión de las series exclusivamente norteamericana. Fue hace unos cinco años, más o menos, cuando la serie se volvieron las series de calidad. Series ha habido siempre, pero las series de calidad se volvieron un fenómeno global y ahí amplié mi mirada. Y de ese scanner global (porque hay series interesantes en Corea, en el norte de Europa, en España hay grandes series, en Italia está Gomorra), el único país de América Latina que yo creo que está al máximo nivel es Argentina. Y en particular, lo que han hecho Cohn y Duprat es muy destacable.
—Ellos generan controversia.
—Ya... Todo en Argentina es polémico, hay que discutirlo, analizarlo y psicoanalizarlo (risas). Yo vi El marginal, que es buenísima. Pero el proyecto de ellos dos con El encargado, que es extraordinaria, con Nada que está bien y con Bellas Artes en términos de producción y calidad, es muy relevante. En ese contexto, en que Argentina ya destacaba, El Eternauta se convierte en el primer fenómeno global argentino ¿No? España ya tenía Élite, La casa de papel; Corea tenía El juego del calamar... Argentina tenía buenas series, pero no un fenómeno global. Yo la vi justo en el avión, la descargué y la vi. Me pareció muy bueno, quizá la mejor serie de ciencia ficción iberoamericana. Pero pensé mucho en una cosa: qué interesante que los grandes fenómenos de series son en general muy locales y el impacto es global. El juego de calamar habla de la deuda y el crédito de los coreanos. Y El Eternauta habla básicamente de la amistad masculina en clave muy argentina. O sea, el truco, los muchachos...

Eso nos lleva al cómic... Pero me parece muy interesante que algo tan argentino como la amistad argentina tengan ese impacto global. Dicho esto, ya lo dije en Twitter y es para mí lo más destacable del fenómeno es que nos ha recordado que El Eternauta (la novela gráfica) es la gran novela sobre Buenos Aires. No es Adán Buenosayres, no es La ciudad ausente, es El Eternauta.
Y por otro lado, que El Eternauta es quizá (aunque probablemente haya una japonesa) la primera novela gráfica contemporánea. No es Maus, que es muy posterior.
—Cuando no se llamaba “novela gráfica”.
—Ahí está. De modo que el cómic argentino, como ha demostrado la exposición en el Pompidou, tiene una relevancia que la serie va a recordar.

—Destacas entonces el impacto global de una historia muy argentina, muy local. Y yendo a América latina en general, también se adaptaron a series Pedro Páramo en México y Cien años de soledad en Colombia...
—Eso es muy interesante. Uno: ¿por qué El Eternauta y no Rayuela por ejemplo? O sea, ¿por qué una novela gráfica y no una obra literaria? El Eternauta no tiene los lectores que tiene Rayuela. Esa apuesta me parece valiente y muy significativa. Y por otro lado, esto que te digo de que ya es un fenómeno global, hace que haya profesionales de alto nivel en todos los países. Entonces Cien años de soledad es con técnicos, directores, guionistas y actores colombianos. Pedro Páramo lo mismo. En todo el mundo hay gente que puede hacer series de alto nivel.
—Según una mirada más abarcadora ¿por qué afirmas que las series son el lenguaje dominante de nuestro tiempo?
—Cuando en el año 2009 escribí Los muertos, que es una novela en forma de serie de televisión, es porque me di cuenta de que las series tienen un potencial artístico enorme y que se están haciendo con gran libertad creativa. Lo que consiguió David Simon con The Wire es alucinante, porque no ganó ningún premio, lo hizo con total libertad e incluso escribía temporadas antes que le renovaran... Pero era otro mundo.

—¿Eso cambió ahora?
—Ahora se ha industrializado, se ha plataformizado. El otro día en Barcelona David Simon decía que no encuentra quien le produzca su nueva serie, que ni HBO la quiere. El tic estilístico más claro de esta nueva etapa es empezar la serie con un flashforward, que es como intentar que sigas viendo el piloto al menos, y ojalá que veas toda la serie. Pero al margen de eso, que ocurre en literatura (donde hay fórmulas que se repiten), que ocurre en cine con los superhéroes y en todas partes, yo creo que hay un margen de autoría: hay series recientes como Ripley, Baby Reno o Dostoyevski que son muy buenas, muy libres y que no repiten esa fórmula.
De modo que yo creo que es lo de siempre: negociar, hackear, trabajar para que en tu cine, en tus series, eso no ocurra. Una de las estrategias que estoy viendo más interesantes es el plano secuencia.
—Ahí tenemos Adolescencia ¿no?
—Adolescencia, The Studio... Te permite que la productora no te pueda tocar el capítulo, porque no te puede cambiar la edición del capítulo. Un artista se da cuenta de que hay modos de proteger la autoría.
-The Studio es interesante al respecto porque, desde la comedia, te invita a conocer y entender cómo se manejan estas cosas hoy en día.
— Totalmente. Yo creo que esas obras, que son metaseriales o metacinematográficas permiten entender mejor ese ecosistema tan tan complejo que es el de la producción de entretenimiento mainstream y que no afecta solo al cine o las series, afecta también al cómic, a la literatura, al musical, a tantos lenguajes.

Una mirada positiva de la IA
—Creo que se te puede considerar un optimista de la tecnología o al menos, no tenés una mirada negativa, por ejemplo, sobre la Inteligencia Artificial...
—En 2019 escribí Membrana, que es una distopía en donde los algoritmos nos aniquilan. Y en el 2023 publiqué Los campos electromagnéticos en Caja Negra, que es un libro coescrito con IA. Creo que entre la distopía y la utopía de la cooperación hay muchos lugares intermedios en los cuales te puedes ubicar. Por ejemplo, respecto a lo que está pasando en la literatura. Y yo intuyo que la opción más inteligente es informarse, ver cómo, qué ocurre con el lenguaje, con la creatividad, con tu relación con la imaginación, con las redes neuronales y decidir si la usas o no la usas.
Hay que estar informado y me temo que hay mucha opinión desinformada. Lo que es indudable es que se trata de algo que yo no podía ni imaginar cuando escribí Membrana, porque se adelantó cuatro años al boom del GPT. Es innegable es que hay un pacto colectivo no consultado, no consensuado, de que la IA es el futuro. Ahora tú buscas en Google y lo primero que te aparece es un resumen hecho con IA. Abres el WhatsApp y es lo primero que te aparece.

—Sin embargo, hay editoriales que ahora incluyen en sus contratos con los autores la condición que el libro no contenga texto escrito con IA.
—Se está regulando, sí. También con la traducción, claro. Igual que ninguna editorial te hace firmar un contrato conforme no has usado el Word para corregir o la opción de autocompletar de Word que tiene ya muchos años, o Google o Photoshop. Naturalmente, esas herramientas se van a ir incorporando.
—Es hipócrita entonces.
—Hay mucha hipocresía. Ten en cuenta que las editoriales nunca han cuestionado que publican libros escritos por escritores fantasma. Eso es menos ético que publicar un libro co-escrito con IA sin decirlo. Es un momento de negociación y cambio. Ya vamos a ver hacia dónde van las cosas.
[Fotos: prensa Grupo Penta; @jorgecarrion21]
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