
Murió Augusto Franco Gómez a los 86 años, en Cali. El fundador del Día del Campesino en Colombia falleció dejando un legado que transformó la forma en que el país reconoce la labor campesina. Así lo confirmó su familia, al indicar que su partida se produjo el martes 23 de septiembre, cerrando seis décadas de impacto silencioso y constante en la memoria social colombiana.
La iniciativa de Franco Gómez permitió que el Día del Campesino adquiriera estatuto oficial en 1965 y pasara a ser una de las fechas con mayor simbolismo en el calendario nacional.
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Augusto Franco Gómez, nacido en Pácora, Caldas, se desempeñaba como director de Asuntos Campesinos en la extinta Caja Agraria de Cali cuando identificó la ausencia de un reconocimiento nacional al campesinado. Impulsado por esa certeza, redactó una carta dirigida al entonces presidente de la República, Guillermo León Valencia, en la que propuso crear una jornada especial dedicada a los trabajadores del campo.
La propuesta fue respaldada por directivos de la Caja Agraria y periodistas del Valle del Cauca, hasta que obtuvo respuesta positiva del mandatario.

El 2 de febrero de 1965, el gobierno de Valencia firmó el Decreto Número 135, por el cual se institucionalizó oficialmente el Día del Campesino en Colombia, a celebrarse el primer domingo de junio de cada año. La promulgación estuvo a cargo de Gustavo Balcázar Monzón, entonces ministro de Agricultura.
La motivación presidencial incluyó además el deseo de rendir homenaje al papa Juan XXIII, fallecido el 3 de junio de 1963, cuyos padres eran campesinos italianos. Esta conexión fortaleció el vínculo entre los valores de fe y trabajo agrícola en la conmemoración.
La gestión de Augusto Franco Gómez continuó después de la firma del decreto. Desde su posición en la Caja Agraria, organizó acciones para dignificar la memoria del campesinado. Uno de los hitos de esa tarea fue la instalación de un monumento nacional en el municipio de Pupiales, departamento de Nariño. La escultura fue obra de Gerardo Benítez, inaugurada el 2 de junio de 1985 durante la alcaldía de Hugo Matías Benavides. El monumento, erigido en la Plaza Carlos Balcázar, se convirtió en símbolo del reconocimiento oficial a quienes cultivan la tierra colombiana.
La pieza central del monumento, un azadón de bronce, representa el esfuerzo cotidiano del campesino. Franco Gómez mantuvo una relación cercana con el municipio y siguió de cerca el cuidado del homenaje. “¿Cómo está el monumento? ¿Lo han cuidado?” preguntaba con frecuencia a sus conocidos, según reconstruyó el periodista Miguel Ángel Ramos Forero en El Tiempo. Cuando una parte de la escultura fue robada, la restauración fue posible gracias a la intervención del entonces alcalde Ricardo Benavides Ayala, quien donó la herramienta para devolver la integridad al conjunto.

Quienes tuvieron trato cercano con Franco Gómez lo describen como “un ser humano sin rodeos, realista, estratégico y de palabras cortas pero directas”. Su circulo lo identificaba por tres valores principales: honorabilidad, honradez y humildad.
Para él, el futuro de Colombia dependía del bienestar y la protección de los campesinos. “Sin campesinos no hay cultivos, ni cosecha, ni alimento”, era una de sus convicciones. El impulso que le otorgó al reconocimiento del campesinado surgió de su preocupación por un campo desatendido y una agricultura sin garantías.
Antes de su iniciativa, el campesinado colombiano carecía de un día oficial para conmemorar su trabajo. El esfuerzo, expuesto a la violencia y el despojo, quedaba invisible para gran parte de la sociedad. La introducción del Día del Campesino permitió que comunidades rurales de municipios, corregimientos y veredas encontraran un espacio formal para destacar su aporte.
A través de su acción directa y su persistencia en el sector público, Augusto Franco Gómez contribuyó a consolidar una fecha que hoy es referencia en la defensa de la identidad agraria del país.
Cada año, el primer domingo de junio convoca a asambleas, ferias y actos de reconocimiento en centenares de localidades colombianas. El Día del Campesino es utilizado por alcaldías, organizaciones sociales y universidades para abordar tanto la importancia productiva del sector rural como los desafíos sociales y económicos del oficio agrícola. El impacto traspasó el plano conmemorativo y se instaló en la agenda pública como un asunto estratégico, ya que más de 5,5 millones de personas en Colombia viven de actividades agropecuarias, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).

El fallecimiento de Augusto Franco Gómez representa la pérdida del principal gestor detrás de esta celebración. Su propuesta, que partió de una carta dirigida al presidente y culminó en un decreto, continuó extendiéndose mediante proyectos, alianzas y gestos como el monumento de Pupiales, el cual sigue siendo un punto de encuentro para organizaciones campesinas. El nombre de Franco Gómez permanece asociado a la Caja Agraria, a la defensa de los derechos rurales y a un modelo de liderazgo basado en la perseverancia.
La familia de Augusto Franco Gómez invita a preservar el legado del Día del Campesino como oportunidad para repensar la política pública sobre el campo. Distintos líderes y entidades agrícolas han resaltado el ejemplo de un “funcionario persistente y visionario”. Su vida pone de manifiesto el peso de la acción individual en la transformación de símbolos sociales duraderos.
Con la muerte de Augusto Franco Gómez, Colombia despide a uno de los impulsores más decisivos del reconocimiento al campesinado, cuya obra alcanzó permanencia jurídica y cultural. El azadón de bronce, el decreto presidencial de 1965 y la institucionalización de la fecha conforman parte de una memoria colectiva que seguirá vinculada a su nombre y al de millones de campesinos que hoy alimentan al país.
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