
El 6 de abril de 2002, la vida de Luz Mélida Ocampo cambió de manera irreversible. Ese sábado, mientras se dirigía con su esposo e hija a su casa de verano en El Salado, corregimiento del municipio de El Cremal, Valle del Cauca, fue interceptada y secuestrada por integrantes del Bloque Occidental de las extintas Farc.
Más de dos décadas después, Ocampo, hoy líder social y defensora de derechos humanos, relató a la revista Cambio su experiencia como sobreviviente de secuestro y violencia sexual, en un momento en el que la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) se prepara para dictar la primera sentencia contra exintegrantes del antiguo secretariado de la guerrilla.
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El secuestro de Ocampo ocurrió en medio de la época de violencia generalizada en el Valle del Cauca, donde los secuestros extorsivos y las llamadas “pescas milagrosas” se multiplicaron a inicios de los años 2000. Aquella tarde, tras realizar unos pagos en la zona rural, la familia fue interceptada por hombres armados que simulaban ser militares.
“Mi esposo me dice: ‘No, eso es la guerrilla. Mírale las botas’”, recordó Ocampo. Tras un tiroteo, el vehículo quedó destrozado y su esposo resultó herido. Los captores intentaron llevarse a su hija, pero Ocampo se ofreció en su lugar: “Llévenme a mí o nos matan acá, pero a mi niña no”. Así comenzó una marcha forzada por la montaña, encapuchada y amarrada, sin saber si volvería a ver a su familia.

Durante los trece días de cautiverio, Ocampo estuvo custodiada por seis personas, entre ellas dos menores de edad. El trato de los captores fue degradante y violento.
“Ahí empieza la otra parte de la pesadilla: el manoseo, la violencia sexual. Como mujer, esa es la parte degradante, es donde acaban tu integridad, te acaban tu voluntad”, relató Ocampo al diario nacional.
La violencia sexual, perpetrada incluso por más de un agresor, le dejó heridas imborrables. “Las mujeres que pasamos el secuestro y que nos tocó la violencia sexual, la violación, tenemos heridas que toda la vida van a quedar ahí. Yo tengo una frase que dice: ‘Mi cuerpo, mi verdad’, porque siempre es algo que va a estar ahí marcado”, señaló.
Las condiciones de cautiverio agravaron el sufrimiento físico y psicológico. Ocampo describió la precariedad de la alimentación, la falta de higiene y la humillación constante.
“Si usted tenía que hacer sus necesidades, había que hacerlas ahí amarrado a un árbol. Tu colchón eran unas guaduas que ponían y estabas amarrada y estaban dos o tres personas custodiándote y esa angustia de que en cualquier momento te pueden matar”, relató la víctima.
Sin embargo, los días de sufrimiento no los vivió solo ella. Mientras era sometida a vejámenes y crímenes de guerra, su esposo también pasaba por una pesadilla, después de que los captores ejerciera una fuerte presión para el pago del rescate.
Incluso, la mujer señaló que su pareja sentimental fue intimidada para entregarles un millón de dólares, con la amenaza de acabar con la vida de su esposa en caso de no cumplir con las exigencias.

“Uno cree que nunca va a salir y también se cierran las puertas: nadie te presta, a veces la gente abusa porque, si tienes algo para vender, te lo quieren pagar a lo que quieran. Es esa desesperación de la familia”, explicó Ocampo al diario nacional.
El impacto del secuestro no terminó con la liberación. Ocampo y su familia enfrentaron secuelas físicas, psicológicas y sociales que persisten hasta hoy, a pesar de que ya han pasado 23 años. Tras recuperar la libertad, debió someterse a tratamientos médicos y terapias, pero la atención estatal fue prácticamente inexistente.
“En esa época el Estado nunca se preocupó por los secuestrados. Nosotros salíamos, nos liberaban y todo era por cuenta nuestra. Endeudados. Saliendo de todas las cosas porque hasta desplazamiento nos tocó”, relató la víctima a Cambio.
Según contó, la familia perdió sus bienes y proyectos de vida, y debió empezar de cero tras ser desplazada por nuevas amenazas. La sensación de humillación y vergüenza la llevó a aislarse socialmente. “Uno cuando regresa no quiere hablar con nadie ni con los amigos y eso es un tabú”, continuó.
Las secuelas psicológicas han sido profundas y persistentes. Ocampo mencionó episodios de depresión, enfermedades físicas y la dificultad para compartir lo vivido incluso con sus hijos. “Yo aún no me siento capaz de decirle eso a mi hija”, confesó.

El testimonio de Ocampo también puso en evidencia la invisibilización de las víctimas de secuestro extorsivo frente a los casos más mediáticos. “En el Valle del Cauca hubo mucho secuestro, personas que nunca lo han contado, tal vez por el estatus social o porque les tocó irse del país. Eso es un asunto invisibilizado de los secuestrados: el caso de los diputados opacó al resto porque inicialmente solo se tocaba el caso de ellos”, explicó a Cambio. Además, denunció la “estratificación” entre víctimas, donde los secuestros con fines económicos han sido minimizados y discriminados.
En el proceso de justicia transicional, Ocampo está acreditada en el macrocaso 01 de la JEP, que investiga el secuestro, y en el caso 11, que aborda la violencia sexual. Ha participado en audiencias públicas donde se ha encontrado cara a cara con mandos medios de las Farc.
“Nos ha pasado que quien lo ejecutó, ya está muerto. Los mandos medios y los mandos los altos nunca reconocen que ellos mandaron a hacer eso, porque tenían unas leyes y dicen que tenían que cumplirlas”, relató. La preparación psicológica para estos encuentros ha sido insuficiente: “Nos preparan dos días antes y hasta ahí llega”.
Durante las audiencias, Ocampo experimentó una mezcla de rabia y dolor, pero también reconoció la importancia de que los responsables acepten los hechos.
“Cuando dicen: ‘sí aceptamos’, uno dice bueno, al menos están diciendo que sí. Como yo digo, éramos un registro, pero hoy tenemos un rostro. Y ese rostro exige la verdad”, afirmó Ocampo en su diálogo con Cambio.
Finalmente, Luz Mélida Ocampo pidió a la justicia especial y sus victimarios que, a pesar de que el modelo restaurativo no contempla cárcel para los agresores, se tenga en cuanta a las víctimas para recibir una reparación integral.
“Que ellos asuman que sí hubo secuestro, que no fue una retención como la quieren hacer pasar, que sí hubo secuestros extorsivos o económicos como en mi caso, que sí mataron gente, que sí hubo la violación, que sí pasó todo lo que encierra un secuestro, que por eso es de lesa humanidad. Eso lo exijo”, concluyó la mujer al diario nacional.
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