
El pasado 28 de junio, una subasta de la casa norteamericana Bring a Trailer vendió un automóvil con una historia muy particular. Se trataba de un De Tomaso Pantera color rojo y negro de 1972, que en realidad tenía una modificación tanto mecánica como estética respecto al original, pero aun así pagaron 110.000 dólares por él.
La explicación es que ese auto fue el único de la marca creada por el argentino Alejandro De Tomaso, en salir de la línea de producción con un color completamente atípico como el rosa. Y el motivo era que lo había comprado Playboy Entrerprises en julio de ese año, para que fuera parte de una producción fotográfica junto a la Playmate del 1972, la noruega Liv Lindeland.

Tiempo después, el auto cambió de manos y en California fue repintado completamente pasando a ser de los colores actuales, decoración con la que se puso a subasta a comienzos de junio de este año. El motor también cambió respecto a su arquitectura original, ya que el Ford V8 de 5.8 litros pasó a tener una tapa de cilindros de Edelbrock que lo llevó a 6.5 litros con los que alcanzó 500 CV de potencia.
De Tomaso siempre había sido muy ambicioso en sus proyectos, llegó a hacer su propio auto de Fórmula 1 con su marca, y pretendía que sus Pantera fueran autos capaces de competir con Ferrari, por lo que la idea de pintar uno de sus emblemáticos modelos de ese color tan particular, y más aún con el propósito de ser utilizado en una revista tan particular, cerró desde todos los lados.
Pero no fue casual que Playboy eligiera un De Tomaso Pantera para su producción. Por esos años, el personaje de dibujos animados de televisión de la Pantera Rosa hacía furor en todo el mundo. Si bien era solo por algunos pocos segundos, aquella serie comenzaba con el personaje viajando en un auto de líneas tan agudas como no había en el mercado de los autos deportivos. Eran años de diseños de vanguardia de la industria, el Pink Panthermovil era el fiel exponente de una corriente que crecía con más y más modelos que se animaban a perfiles futuristas.

El auto de la Pantera Rosa era completamente disruptivo. Su forma se destacaba por tener al conductor fuera del habitáculo, casi como si fuera el cochero de un carruaje de época. Al ir fuera del auto, el conductor tenía que usar casco, y el volante salía de entre sus piernas, pero a tan baja altura que no se veía desde el exterior.
En la serie televisiva, al llegar a la puerta del Teatro Chino de Los Ángeles terminaba el viaje de la Pantera Rosa. Entonces el automóvil estacionaba en la vereda, su única puerta lateral se abría por mitades, hacía arriba y hacia abajo, y el personaje de la tira descendía junto al inspector Clouseau para entrar al show y dar comienzo a cada capítulo. Entonces, cuando se descubría el interior, las miradas iban rápidas y curiosas hacia el interior, tratando de adivinar qué había dentro de ese auto.

Pues lo que había era una lujosa limousina llena de almohadones de color rosa, una alfombra de pelo alto del mismo color, las paredes estaban cubiertas por mullidos tapizados que solo dejaban la una abertura con forma alargada en el lateral derecho, en el fondo, como si fuera la pared trasera completamente espejada, un bar con bebidas y un teléfono también de color rosa.
En la división con el compartimiento del chofer un televisor permitía que la Pantera Rosa viera sus propios programas y la señal llegaba gracias a dos antenas que salían de la cola del auto en forma de V.

Hablando de V, esa era la arquitectura de su motor de ocho cilindros y 7 litros de capacidad de llenado. El auto estaba construido sobre la base de un Oldsmobile Tornado, por lo que la extensión de su carrocería hasta llegar a los 7 metros de largo, no fue una tarea tan difícil, al menos en cuanto al chasis.
El auto fue construido por Ed Newton, quién además fue su diseñador, y Dan Woods, y fue personalizado por Joe Bailon, Bill Hines y Bill Honda. Fue propiedad del promotor de espectáculos Jay Ohrberg, hasta que salió a subasta en 2007.

Pero su comprador no le dio el valor o no consiguió hacer negocios con él, así que lo volvió a poner a remate apenas cuatro años más tarde. Entonces lo compraron los propietarios de una empresa de restauraciones de Los Ángeles, Galpin Auto Sports, y lo pusieron en valor nuevamente. El trabajo llevó varios años, y desde 2016 es pieza de museo y exposiciones.
El costo original del auto para construirlo se calcula en unos 100.000 dólares, que para comienzos de los años 70 era verdaderamente un dineral. La última subasta, con la que se lo adquirió fue de unos 450.000 dólares a pesar de su estado. Pero lo que valía era su originalidad y esa cualidad de, además de ser una pieza única, haber sido la fantasía de millones de niños en todo el mundo durante casi una década.
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