
Fundada hace más de 600 años en el centro de Alemania, la cervecería Einbecker ha sobrevivido a incendios, hambrunas, dos grandes epidemias y cuatro guerras catastróficas, manteniéndose a flote gracias a la constante demanda de sus cervezas tipo bock. Ahora enfrenta lo que puede ser su mayor amenaza: los alemanes beben mucha menos cerveza.
"En los últimos años siempre era el 46 por ciento, el 47 por ciento, el 48 por ciento que decía: 'Sí, bebo cerveza'", dijo Marc Kerger, presidente de Einbecker, refiriéndose a las encuestas de consumo. "Y este año solo el 41 por ciento. El 41 por ciento es dramático".
El consumo de alcohol en Alemania ha descendido desde hace decenios. Pero la repentina y acelerada caída ha tomado por sorpresa a cerveceros y propietarios de bares. De las aproximadamente 1500 cervecerías que hay en Alemania, más de 50 han cerrado en el último año.
"Cada semana recibo al menos una llamada que ofrece venderme una cervecería", dijo Kerger, un veterano ejecutivo del sector, quien fue contratado hace dos años para salvar a Einbecker de un destino similar.
Al igual que en Estados Unidos y otros países, los alemanes son cada vez más conscientes de la salud, dijo Holger Eichele, presidente de la Asociación Alemana de Cerveceros.
"Los jóvenes consumen alcohol de forma mucho más consciente y sensata que nuestra generación", dijo. "Es una buena noticia para la salud".
La cultura alemana de la bebida también está cambiando. Antes era habitual beber unas cervezas en el trabajo o reunirse con los amigos en un bar después de la jornada laboral. Socializar en torno a una o dos cajas de cerveza pilsner después de un partido de fútbol era lo normal.
Eso se ha vuelto más inusual. Los alemanes salen menos debido al aumento del costo de vida y al encanto de la vida en línea en casa. La sobriedad es la norma. Pedir un refresco, un jugo o un té en un bar, antes mal visto, ahora es aceptable.
"Conozco a mucha gente que no bebe mucho o que solo bebe una cerveza porque le gusta el sabor", dijo Roxana Seehof, de 25 años, estudiante de arte en el puerto báltico de Kiel. "Y eso es suficiente para la noche".
Las alternativas sin alcohol también están encontrando espacio: este año, por primera vez, todas las carpas de la Oktoberfest de Múnich ofrecieron la opción de cerveza sin alcohol.
El comportamiento de los consumidores es solo una parte del problema. La inflación, por ejemplo en los precios del combustible, también perjudica a los cerveceros que operan con márgenes muy reducidos.
"Puedes comprar una caja de cerveza por 12 dólares", dijo Oliver Lemke, quien fundó Lemke, una cervecería en el centro de Berlín, en 1999. "Nadie gana dinero con eso. Ni el cervecero, ni el minorista".
La planta de Lemke produce una mezcla de cervezas alemanas clásicas, como la pilsner y la helles, además de las favoritas estadounidenses, como la IPA y la stout, la mayoría de las cuales vende en sus cuatro restaurantes de Berlín. Su negocio es pequeño pero le va mejor que a la mayoría, gracias a una base de clientes locales habituales y a un flujo constante de turistas.
En el otro extremo de la escala, a gigantes como Oettinger, Bitburger y Paulaner también les va bien, gracias a carteras diversas que incluyen refrescos, bebidas de frutas, agua y, cada vez más, cerveza sin alcohol.
"La mitad de nuestras ventas en Alemania no son de cerveza", dijo Jörg Biebernick, director ejecutivo de Paulaner.
La empresa, que patrocina una carpa gigantesca en la Oktoberfest todos los años, ha tenido un éxito especial con Spezi, una mezcla de refresco de naranja y cola cuya popularidad se ha disparado.
Las ventas de su cerveza de trigo sin alcohol flaquearon durante décadas, pero ahora también han despegado.
Pero en el vasto centro de la industria cervecera alemana, cerveceras de larga tradición como Einbecker están sufriendo.
"Somos demasiado grandes para ser pequeños y flexibles", dijo Kerger, "y también somos demasiado pequeños para jugar con los grandes".
Aunque Einbecker fabrica una línea de cerveza barata --"una cerveza para estudiantes", bromeó Kerger--, la mayoría de sus productos son más caros que la típica pilsner.
Así que, junto con un completo rediseño del envase, parte de la estrategia de Kerger ha consistido en apoyarse en el estatus artesanal de Einbecker.
Entre sus innovaciones está la Barrel Bock, una cerveza anual de lanzamiento limitado añejada en antiguos barriles de bourbon, lo que enriquece el sabor y eleva el contenido de alcohol a 9,1 por ciento. Una botella de medio litro cuesta unos 11 dólares, unas cinco veces más que una botella normal de Einbecker.
[Video a continuación: Botellas de cerveza en una línea de producción automática en Einbecker Brewery].
A pesar del precio, la Barrel Bock ha sido un éxito, dijo Kerger. Pero cada nuevo producto es una lucha.
Afirmó que, el verdadero problema, es que cerveceras como Einbecker están especialmente apegadas a la tradición. Además, vende la mayor parte de su cerveza a nivel regional, a clientes cuyas familias llevan generaciones bebiendo Einbecker. No les gustan los cambios.
Cuando Kerger decidió que Einbecker debía fabricar su propia cerveza sin alcohol, llamada Null Bock --que significa "Cero Bock", pero también es un juego de palabras con un argot alemán que significa "Sin deseo"--, tuvo que luchar durante casi un año para que todo el mundo estuviera de acuerdo.
"En realidad tuve que decirles a los empleados que tenemos que hacer esto ahora", señaló. "Dije: 'Vamos a hacer primero una pequeña cantidad y veamos cómo funciona'".
Para su sorpresa, Null Bock despegó. Ahora Kerger dice que le gustaría que Einbecker obtuviera la mitad de sus ingresos de productos sin alcohol dentro de cinco años.
"La cerveza ya no es el futuro", dijo.
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