
A Hans Schreurs, de 66 años y propietario de un viejo bar tradicional en la ciudad neerlandesa de Venlo, le va bien. El negocio está en auge, es propietario de su casa y él y su mujer son famosos en la localidad por sus huevos fritos empanados, conocidos como friet-ei.
Sin embargo, Schreurs dijo que le preocupa que sus nietos estén compitiendo con los migrantes por su propia oportunidad de prosperar. Por eso piensa votar por Geert Wilders y su Partido por la Libertad, de extrema derecha, en las elecciones parlamentarias del miércoles.
"Este país se está llenando demasiado", dijo Schreurs hace poco, desde el mostrador de Automatiek Piccadilly, su tienda automatizada de frituras.
Wilders, un incendiario de extrema derecha con una audaz retórica antinmigración, ha hecho mucho por mantener la migración en la mente de la opinión pública, a menudo la relaciona, con o sin pruebas, con la escasez crónica de vivienda en los Países Bajos y con la delincuencia. Recientemente ha presionado para que se ponga fin por completo al asilo y se despliegue el ejército para vigilar las fronteras nacionales. Y cuando inició su campaña en Venlo, en septiembre, Wilders advirtió que el país se dirigía hacia un "infierno multicultural".
Estas elecciones, dos años después de que el partido de Wilders se convirtiera en la fuerza dominante en el Parlamento, son una prueba de si esos mensajes tan estridentes seguirán teniendo influencia entre los votantes neerlandeses.
Más que una votación para 150 legisladores, es un referendo sobre la extrema derecha, que ha remodelado el panorama político de los Países Bajos, pero que ha tenido dificultades para convertir sus cáusticas declaraciones en políticas concretas.
Venlo, la ciudad fronteriza con Alemania donde nació y creció Wilders, es una encapsulación de las tensiones internas de la nación, y en muchos otros países prósperos donde políticos como él han ganado influencia.
Como en el conjunto de los Países Bajos, la población de esta comunidad de 100.000 habitantes está envejeciendo, y las empresas locales están ávidas de trabajadores. Pero el costo de la vivienda es un problema agudo, y el estrés por la llegada de recién llegados, sobre todo solicitantes de asilo, está aflorando a la opinión pública.
"Se siente, en realidad, se está gestando", dijo Sonny Evers, propietario del Café de Blauw Trap, un popular pub del casco antiguo de Venlo que acogió la fiesta de inicio de campaña de Wilders. Evers dijo que la preocupación por la migración domina los debates políticos locales, al señalar una protesta, una contraprotesta y acaloradas discusiones en las últimas semanas sobre el proyecto de un centro de asilo.
"Ahora está bastante claro", dijo, sentado en una mesa de madera oscura, mientras los clientes habituales de la tarde charlaban cerca. "Hacía mucho tiempo que no se hablaba de eso".
Wilders ha allanado el camino para ese cambio. Él y su retórica flagrantemente contraria al islam han ocupado un lugar destacado en la escena política neerlandesa durante años, y en especial desde que su partido sorprendió al mundo con una aplastante victoria electoral que lo catapultó al poder en 2023.
Ha sido el protagonista de esta temporada electoral desde el principio.
Wilders y su partido, el PVV, forzaron las elecciones al derrumbar inesperadamente el gobierno en junio, retirándose de la coalición gobernante por la frustración de que no adoptara una postura más extrema sobre la migración.
Incluso después de sumir en el caos a la escena política del país, es probable que el partido de Wilders gane al menos por un estrecho margen el mayor número de votos, según apuntan las últimas encuestas. Pero se prevé que pierda escaños en el Parlamento al ceder parte de su impulso. Otros partidos importantes prometen evitarlo en las conversaciones de coalición, lo que limita drásticamente las posibilidades de Wilders de convertirse en primer ministro.
Se presentan al menos 27 partidos, y se espera que 16 consigan escaños. No está previsto que ningún partido controle firmemente el gobierno. Además, hay tantos votantes indecisos que el resultado es muy incierto.
Los votantes neerlandeses suelen tomar sus decisiones tarde. Pero, en esta ocasión, la indecisión también está ligada a una desilusión visible en las calles de Venlo.
Abdeljalil Bel-elkatib, psicólogo de 31 años que vive en Venlo, es musulmán e hijo de un migrante marroquí. Apoya a Denk, un partido que defiende los derechos de las minorías y se centra en la igualdad de oportunidades.
"Eso es lo más importante", dijo, y explicó que le preocupa que muchos partidos violen las leyes con sus plataformas y no cumplan sus promesas electorales. "Mucha gente ha perdido la confianza", añadió.
En una esquina empedrada del Casco Antiguo, José Tiggelers, de 50 años, agarraba su compra de la tarde mientras explicaba que ya había votado por un partido de extrema derecha, pero que no piensa votar en estas elecciones.
"Como los demás no querían trabajar con él, no logró nada", dijo refiriéndose a Wilders. "Ojalá todos dejaran de votar", dijo. Y luego añadió: "Ninguno de ellos es bueno".
Parte del problema es que los retos que enfrentan los Países Bajos, como la asequibilidad de la vivienda, están profundamente arraigados.
Países Bajos es una de las naciones más densamente pobladas de Europa, y en parte está situada por debajo del nivel del mar, atravesada por canales. Construir viviendas es costoso y supone un reto medioambiental. Estas cargas son especialmente intensas en ciudades como Ámsterdam y Utrecht, pero el problema se está extendiendo a localidades más pequeñas como Venlo.
Algunos partidos políticos han presentado planes detallados para enfrentar los costos de la vivienda, que incluyen ideas como exenciones fiscales para los nuevos compradores o facilitar el uso compartido de la vivienda. A menudo, otros movimientos políticos han culpado a los migrantes del problema.
Al aumentar la población, los migrantes pueden competir por la vivienda, aunque en la práctica, el efecto de los migrantes menos cualificados sobre el precio de la vivienda suele ser complicado.
Países Bajos ha experimentado recientemente un aumento de la migración debido a la afluencia de refugiados procedentes de Ucrania. Pero gran parte de la molestia del país se dirige a los quienes provienen del norte de África y de otros países no europeos, muchos de los cuales llegaron hace décadas.
En Venlo, como en gran parte del país, los residentes expresan su preocupación por la posibilidad de que los solicitantes de asilo generen presión sobre el mercado de la vivienda. También relacionan a los migrantes con el temor de que aumente la delincuencia.
En días recientes, los habitantes de Venlo se han enfocado en los planes para convertir un monasterio local en un centro residencial temporal para solicitantes de asilo. En septiembre, varios centenares de personas se reunieron cerca de un puerto de Venlo para protestar contra la idea, lo que provocó una contraprotesta un poco menor.
"Se trata de seguridad", dijo Boris Pijpers, quien se opone al centro y se unió a las protestas. Dijo que a él, y a sus vecinos, les preocupaba que los jóvenes que vivirían en el centro pudieran representar una amenaza para la comunidad local.
Los inmigrantes aparecen en las estadísticas de delincuencia neerlandesas en mayor proporción que los nacidos en el país. Pero esas tasas, ya de por sí bajas, llevan más de una década descendiendo de forma constante en todos los grupos demográficos.
Entre las personas que defienden el centro de asilo se encuentra el poeta oficial de la ciudad de Venlo, Emirhan X. Ha criticado duramente a los manifestantes, hasta el punto de que Pijpers ha presentado una denuncia en su contra.
"Solo los llamé extremistas de derecha; y desafortunadamente, eso es justo lo que son", dijo el poeta. "Es posible que sean las elecciones más tensas de la historia".
Otros señalan que los migrantes son una parte necesaria de la sociedad neerlandesa. En Venlo, alrededor del 19 por ciento de la población está conformada por migrantes, apenas por encima del 16 por ciento en todo el país. En los últimos años, la migración ha representado todo el crecimiento demográfico del país.
Y, sin más gente que gane y gaste, es difícil lograr el crecimiento económico.
"Necesitamos gente que trabaje", dijo Marcel Tabbers, director de Venlo Partners, una organización de mercadeo de la ciudad.
En Venlo, hay algunos indicios públicos de sentimientos encontrados sobre la larga ola populista. Mientras parpadeaban las luces del atardecer, reflejadas por el río Mosa, unos cuantos jóvenes se reunieron junto a un poste de la calle. Estaba envuelto en un cartel que representaba a Wilders, uno de los pocos que se veían en la ciudad.
Enseguida se hizo evidente por qué su rostro familiar, de perfil rubio, era tan poco frecuente.
Los adolescentes, que no quisieron hablar ni ser identificados, arrancaron el cartel.
Ilvy Njiokiktjien colaboró con reportería.
Ilvy Njiokiktjien colaboró con reportería.
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