De joven, a finales de la década de 1970, Sanae Takaichi viajaba seis horas al día en autobús y tren desde la casa de sus padres, en el oeste de Japón, para ir a la universidad. Era una aficionada al heavy metal y a las motocicletas Kawasaki, y ansiaba mudarse. Pero su madre insistió al principio en que se quedara en casa, y le prohibió vivir en una pensión antes de casarse.
"Soñaba con tener mi propio castillo", escribió Takaichi en unas memorias de 1992.
El martes, Takaichi fue elegida primera ministra de Japón, la primera mujer que lo consigue en la historia del país. Fue el apogeo de un inverosímil ascenso en la política y un hito en un país donde las mujeres llevan mucho tiempo luchando por conseguir influencia.
Takaichi, de 64 años, quien creció cerca de la antigua capital japonesa de Nara, desafía las etiquetas fáciles. En una ocasión habló sin rodeos sobre los retos de trabajar en política como mujer en Japón, pero ahora es la líder del Partido Liberal Democrático, tradicionalista y dominado por los hombres. Ha expresado su preocupación por la dependencia de Japón respecto a Estados Unidos, pero también ha dicho que espera colaborar estrechamente con el presidente Donald Trump. Es una baterista aficionada que idolatra a grupos como Iron Maiden y Deep Purple, aunque también viste trajes azules en homenaje a su otra heroína, la ex primera ministra británica Margaret Thatcher.
Se espera que Takaichi, protegida de Shinzo Abe, el primer ministro japonés que se mantuvo durante más tiempo en el poder, asesinado en 2022, lleve a Japón más a la derecha, en respuesta a una reciente oleada populista que guarda ciertas similitudes con el movimiento MAGA de Trump. Ella ha adoptado políticas de línea dura respecto a China; ha impulsado el mensaje de que "Japón ha vuelto"; ha restado importancia a las atrocidades cometidas por Japón durante la Segunda Guerra Mundial; y ha prometido regular más estrictamente la inmigración y el turismo.
"Quiere hacer un Japón fuerte y próspero para el pueblo japonés y para el mundo", dijo Yoshiko Sakurai, destacada periodista y activista que ha apoyado a Takaichi. "Está abierta al mundo exterior. Pero también comprende que tenemos que ser realmente buenos japoneses. Tenemos que conocer nuestra propia cultura, tradiciones, filosofía e historia".
Takaichi enfrentará su mayor prueba hasta la fecha al lidiar con una nueva incertidumbre sobre la alianza militar y económica de Japón con Estados Unidos. Se espera que la próxima semana se reúna en Tokio con Trump, quien ha puesto nerviosos a los funcionarios japoneses con aranceles y sugerencias de que el país debería pagar más por la presencia de soldados estadounidenses en la región.
Mientras que muchos políticos japoneses proceden de círculos ricos y de élite, Takaichi creció en circunstancias humildes en la prefectura de Nara, una zona repleta de templos, santuarios, densos bosques y ondulantes colinas verdes. Su madre trabajaba para el departamento de policía, y su padre trabajaba en una fábrica de refacciones de automóviles.
Motoko Shimada, amiga de la infancia de Takaichi, recordaba a su compañera de clase con coletas, compartiendo onigiri caseros, o bolas de arroz, y tortillas de huevo enrolladas con alumnos que se habían olvidado de la lonchera en una excursión escolar.
"Era muy sonriente y muy reservada", dijo Shimada. "No tenía esa imagen de mujer fuerte. Pero era capaz de darse cuenta cuando alguien no se integraba bien o tenía dificultades, y era capaz de ayudarle".
Desde muy joven, Takaichi parecía consciente de las presiones a las que se enfrentaban las mujeres japonesas. Su madre le dijo que fuera una "rosa carmesí", recordaba Takaichi en una biografía de 2024 escrita por Eiji Ohshita, al pedirle que "conservara la gracia femenina mientras poseía las espinas para enfrentarse a las malas acciones".
Sus padres la presionaron para que asistiera a la Universidad de Kobe, una escuela estatal situada a unos 80 kilómetros al noroeste de su ciudad natal, a pesar de que había sido admitida en instituciones privadas de élite en Tokio. Pensaban que su hija no necesitaba una educación universitaria porque era una niña, ha dicho Takaichi en entrevistas, y querían ahorrar para ayudar a su hermano menor. (Takaichi declinó, a través de un representante, ser entrevistada para este artículo).
[El video a continuación muestra una intersección vial a las afueras de la estación de Nara]
Después de graduarse, Takaichi asistió al Instituto Matsushita de Gobierno y Gestión, un reputado centro de formación para jóvenes políticos y líderes empresariales. A finales de la década de 1980, se interesó por Estados Unidos, el principal competidor económico de Japón en aquella época, y consiguió unas prácticas en la oficina de Patricia Schroeder, exrepresentante por Colorado, demócrata y ardiente feminista.
A Takaichi le había conmovido el lacrimógeno discurso que Schroeder pronunció en 1987, en el que anunció que no se presentaría a las elecciones presidenciales. Takaichi envió un telegrama a Schroeder, animándola a presentarse de nuevo algún día y ofreciéndole su ayuda.
En Washington, Takaichi era una presencia enérgica que bombardeaba a asesores con preguntas sobre el funcionamiento interno del Congreso y la política exterior estadounidense, y desarrollaba un amor por la mantequilla de maní. Andrea Camp, antigua asesora de Schroeder, dijo que en aquella época no había ni rastro de sus opiniones conservadoras sobre defensa o asuntos sociales.
Cuando regresó a Japón, Takaichi trabajó como autora y personalidad televisiva, y se labró una reputación de polemista pugnaz. En 1993, comenzó su carrera política, al ganar las elecciones al Parlamento como independiente por Nara con una plataforma de reforma política. Su padre invirtió los ahorros de su jubilación en su campaña.
En la Dieta, el Parlamento japonés, Takaichi pronto descubrió el aislamiento que supone ser mujer en política. Sus colegas masculinos eran a veces despectivos, recordaba, y a menudo llevaban a cabo sus asuntos en saunas y clubes sociales, donde no era factible reunirse con legisladoras.
"Es muy difícil para una mujer reunirse con un hombre cara a cara", declaró a The Associated Press en 1993. "La gente nos observa, y no quiero que se invente un escándalo extraño. No podemos utilizar las horas posteriores a las 5:00 p. m."
Durante sus primeros años en el Parlamento, forjó una alianza duradera con Abe, legislador de una familia de élite con una visión nacionalista del mundo. Ambos encontraron puntos en común en cuestiones como el aumento del gasto militar y la adición de un tono más patriótico a los libros de texto de historia.
Cuando Abe fue elegido para su primer mandato como primer ministro en 2006, nombró a Takaichi miembro de su gabinete, lo que la convirtió en una de las mujeres más visibles de la política japonesa. Volvió a nombrarla en 2012, al comienzo de su segundo mandato, que duró ocho años. Se convirtió en una férrea defensora de sus políticas, incluidos los esfuerzos por revisar la Constitución de Japón para desplegar su ejército tras décadas de pacifismo de posguerra, y de su programa económico, que hacía hincapié en el dinero barato y en los esfuerzos de estímulo del gobierno.
Takaichi intentó persuadir a Abe para que se presentara de nuevo en 2021, pero él declinó la oferta. Cuando se presentó a la contienda, le dio su apoyo. "Takaichi es la verdadera estrella de los conservadores", dijo entonces Abe. Perdió esas elecciones y se quedó corta en otra candidatura en 2024.
Cuando Abe fue asesinado a la salida de una estación de tren en Nara, mientras pronunciaba un discurso electoral, Takaichi se sintió desolada. Dijo entonces que "nunca me había sentido tan abatida, física y mentalmente".
"Tengo que trabajar muy duro a partir de hoy", escribió en las redes sociales, "de lo contrario, tendría que pedirle disculpas".
Cuando Shigeru Ishiba anunció en septiembre que dimitiría como primer ministro, tras una serie de vergonzosas derrotas electorales del PLD, Takaichi volvió a levantar la mano para liderar su partido. Venció a cuatro hombres, montada en una ola de apoyo entre los miembros de base del partido, con un mensaje sobre convertir las "ansiedades de la gente en esperanza".
A medida que su perfil ha aumentado, la vida privada de Takaichi ha sido objeto de escrutinio. Se casó con Taku Yamamoto, otro político del PLD, en 2004. Se divorciaron en 2017 --Takaichi ha dicho que la pareja mantenía acaloradas discusiones políticas en casa-- antes de volver a casarse en 2021. Esa vez, Yamamoto adoptó el apellido de Takaichi, un gesto poco habitual en la cultura patriarcal de Japón.
En la ciudad de Kashihara, de unos 125.000 habitantes, donde Takaichi nació, sus amigos y partidarios han celebrado su ascenso, rezando por su éxito en los templos locales y enviando orquídeas blancas a su oficina de distrito.
Nara ha ocupado un lugar destacado en su vida política. Durante la reciente campaña, acusó a los turistas de dar patadas a los queridos ciervos del Parque de Nara. Recibió críticas por este comentario, que algunos consideraron xenófobo.
Yukitoshi Arai, antiguo peluquero de Takaichi en Nara, ayudó a crear el peinado recortado que ella ha hecho famoso. Dijo que quería que se le vieran los ojos y las orejas para demostrar que veía y escuchaba a la gente que conocía. Dijo que sentía que Takaichi conservaba las cualidades de la gente de la región de Kansai, en el centro de Japón: humor y humildad. Una vez le regaló un bote de champú que, según decían, le había gustado a Thatcher durante su visita a Tokio.
"No creo que sea una 'dama de hierro'", dijo, en referencia a un apodo dado por los medios de comunicación británicos a Thatcher. "Su estilo es el de una mujer de Kansai".
Tras su victoria este mes en las elecciones a la dirección del PLD, Arai envió un mensaje de texto a su antigua clienta para recordarle que debía cuidarse.
Takaichi respondió dos días después. "La batalla comienza ahora", escribió.
Kiuko Notoya colaboró con reportería desde la prefectura de Nara e Hisako Ueno desde Tokio.
Javier C. Hernández es el jefe de la corresponsalía de Tokio del Times, desde donde dirige la cobertura informativa sobre Japón.
Kiuko Notoya colaboró con reportería desde la prefectura de Nara e Hisako Ueno desde Tokio.
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