
(Critic's Notebook)
La semana pasada, Taylor Swift hizo algo muy poco habitual en el contexto de la última década de su carrera: Respondió, aunque de forma oblicua, a sus críticos. Y no fue en una canción.
Cuando Zane Lowe, el locutor de radio de Apple Music, le preguntó cómo se sentía por la reacción a su 12º álbum original, "The Life of a Showgirl", Swift pareció reconocer que su proyecto más reciente no había sido universalmente alabado ni defendido a capa y espada por sus fieles seguidores.
"Respeto mucho las opiniones subjetivas de la gente sobre el arte. No soy la policía del arte", dijo, y puso los reflectores sobre sus oyentes. "A menudo, un álbum es una forma muy loca de mirarte a ti misma, ¿no? Lo que estás pasando en tu vida afecta la manera en que te identificas con la música que yo estoy lanzando en un momento dado".
En sus grabaciones, Swift rara vez ha sido tan equívoca. En su canción de 2010 "Mean", le prometió algo a un crítico: "Algún día seré tan grande que no podrás atacarme", y muchos de sus mejores temas extraen una gran catarsis de las narrativas al estilo de "nosotros contra ellos". En el universo "swiftie", el hostigamiento sistemático --por parte de familias puritanas, periodistas cobardes o fans de la música pop-- ha proporcionado un sinfín de material. También han generado contenido los rivales del mundo real, a los que ha convertido en enemigos casi caricaturescos en su música: Kanye West, tras su infame interrupción en los VMAs, y Kim Kardashian, por avivar más tarde el fuego de ese conflicto duradero; Scott Borchetta y Scooter Braun, los ejecutivos que revendieron sus grabaciones maestras; novios que la han engañado, o cosas peores.
La constante insistencia de Swift en estos conflictos --ciertos o ilusorios-- ha contribuido a consolidar su imagen de perpetua marginada del pop, una chica como cualquier otra que prospera junto a sus espigadas e invulnerables colegas, aunque se trate de una de las más grandes estrellas que el mundo de la música haya visto jamás.
En uno de sus primeros éxitos de 2008, "You Belong With Me", estableció la fórmula, cuando comparó a chicas como ella --menospreciadas y vestidas con camisetas en las gradas-- con las mujeres populares que usan tacones altos y lideran el equipo de animadoras. Las fantasías adolescentes fueron madurando poco a poco, pero nunca perdieron su reconfortante simbolismo del bien contra el mal. En "Speak Now" (2010), estaba la canción "Mine", en la que se describe a una pareja de amantes que superan familias tóxicas y problemas de la clase trabajadora, y "Long Live", donde triunfar por encima de los rigores de la industria musical era como "luchar contra dragones". Fue su primer álbum en vender más de un millón de copias en una semana.
Su álbum "1989", lanzado en 2014, introdujo un tropo definitorio de su forma de componer canciones: desairar, o jugar irónicamente, con los comentarios de los medios sobre su vida personal. "Shake It Off" y "Blank Space", dos de sus más grandes éxitos, hablan de sus detractores, que la veían como una devoradora de hombres; en la paranoica y cinematográfica "I Know Places", los paparazzi se convierten en "los cazadores" que persiguen a Swift y a su pareja; en "Wonderland", las miradas indiscretas los vuelven "locos". En muchos sentidos, las canciones de "1989" ofrecen una clara valoración de la posición de Swift en la cultura popular: Sus enemigos no eran individuos mezquinos, sino sistemas que llevaban mucho tiempo enemistándose con estrellas femeninas de su nivel.
Para "Reputation", tres años después, el espectro de los enemigos que conspiran contra ella y un público obsesivo que la analiza en detalle se había convertido no solo en un antagonista común en la música de Swift, sino en su fuerza oscura y vital: "Te amaba a pesar de los profundos temores de que el mundo nos separara", canta en "Dancing With Our Hands Tied". Su imagen estaba tan irremediablemente manchada por sus batallas públicas que tuvo que mudar su vieja piel: La antigua Taylor estaba "muerta". En la gira, se presentó junto a serpientes gigantes falsas, adoptando la simbología que Kardashian había utilizado para difamarla en internet.
Pero mientras Swift seguía fomentando su imagen como artista siempre en aprietos, su perfil se ampliaba de manera exponencial. "Mi reputación nunca ha estado peor", cantaba en "Delicate", de ese álbum; "Reputation" fue su cuarto álbum en estrenarse con el equivalente a más de un millón de ventas.
Las canciones (y el éxito de las mismas) reafirmaron la idea de que Swift está en su momento más enérgico, y tal vez incluso más ingenioso, cuando está a la defensiva. En 2019, cuando Borchetta, el propietario de su antiguo sello discográfico, Big Machine, vendió las grabaciones maestras de sus seis primeros álbumes a Braun, gestor de talentos y socio de West, la cantante entró en una nueva batalla creativa. Swift empezó a publicar recreaciones exactas de los álbumes que no poseía, con nuevas canciones y diseño artístico; el proyecto dio a su deseo de venganza, que antes era solo combustible para sus letras, una ambiciosa concepción formal. En el proceso, implicó a los oyentes en su lucha: En la jerga de los fans, los discos originales se convirtieron en "versiones robadas", en contraposición a las regrabaciones, o "versiones de Taylor".
Swift llevaba mucho tiempo librando sus propias batallas. Después de que la venta de sus grabaciones maestras uniera a sus admiradores, estos se unieron a la lucha y atacaron a cualquiera que percibieran como enemigo, desde rivales reales como Braun hasta críticos que reseñaban negativamente sus álbumes. (Al menos en un caso, una escritora fue víctima de doxeo porque su crítica positiva no era lo suficientemente positiva). Los swifties, hasta entonces inofensivos en comparación con muchos otros "ejércitos de seguidores" en línea, empezaron a ser conocidos por su gatillo fácil y su profunda venganza.
Y su número iba en aumento: El proyecto "Taylor's Version", así como sus álbumes "Folklore" y "Evermore", introdujeron a los oyentes más jóvenes en su catálogo y encariñaron a los oyentes más veteranos con su imagen. Para el lanzamiento de "Midnights" en 2022, Swift había demostrado ser una fuerza de ventas imparable y una figura pública prácticamente invulnerable. En 2024, después de que las entradas para su gira Eras Tour tuvieran tanta demanda que provocaran un colapso en Ticketmaster, Swift era indiscutiblemente el centro del sistema solar del pop.
En los discos, Swift seguía describiéndose como una figura asediada. Sus verdugos habían vuelto a cambiar de forma: "But Daddy I Love Him" y "Who's Afraid of Little Old Me?" de "The Tortured Poets Department" se dirigen a sus admiradores, en concreto a "los cretinos criticones que dicen querer lo mejor para mí" en lo que respecta a sus relaciones. Estas canciones volvían a imágenes conocidas: familias que muestran su desaprobación, animales enjaulados, mirones obsesivos.
La gira Eras Tour terminó en diciembre de 2024, tras cosechar elogios casi universales y recaudar más dinero que ninguna otra gira de la historia. En mayo, recuperó sus grabaciones maestras y venció a Borchetta y a Braun. West, su némesis de siempre, ahora conocido como Ye, ya no era bienvenido en los exclusivos espacios que antes habían compartido. Tenía novio, el ala cerrada de los Kansas City Chiefs Travis Kelce, que, como ella, era dominante y querido en su campo.
Y, sin embargo, "Showgirl" es uno de sus discos más amargos y combativos en mucho tiempo. Varias canciones, como "Father Figure" y "Actually Romantic", parecen tratar de enemistarse con figuras de la industria. "Wish List" y "Honey", al parecer canciones de amor, sitúan su felicidad con Kelce en un paradigma de conflicto y esbozan la intimidad que se les ha negado y los términos cariñosos que una vez fueron utilizados como armas contra ella. "Dicen que soy una mala noticia / Yo solo digo, 'Gracias'", canta en "Elizabeth Taylor". "Cancelled!" es una oda de tres minutos que habla de ser cancelada por "una sola gota" de comportamiento no aprobado.
Esa desconexión es evidente y la han notado tanto los fans como sus críticos. Los periodistas, antes tan temerosos de los admiradores de Swift que la revista "Paste" se negó a especificar cuál de sus periodistas había escrito una reseña negativa del álbum "The Tortured Poets Department", dieron a "Showgirl" críticas mordaces. Los swifties no han salido a defenderla tanto como antes. Muchos han señalado que las numerosas versiones de lujo y de edición limitada de este álbum --y su evento de estreno en cines con un solo fin de semana de duración-- parecían más empresas comerciales que creativas.
Por supuesto, "Showgirl" vendió más de 4 millones de copias en Estados Unidos en su primera semana de lanzamiento y destrozó un récord que hasta entonces ostentaba Adele. En cifras, Swift es más grande que nunca. Pero en cuanto a reputación, puede que por fin sea la marginada que, según ella, siempre ha sido.
Taylor Swift abre su gira mundial de "1989", un álbum que contiene varias canciones sobre la intromisión de los medios de comunicación en su vida privada, en Bossier City, Luisiana, 20 de mayo de 2015. (Ben Sklar/The New York Times)