
Cuando Ryosei Akazawa, principal negociador comercial de Japón, partió de Tokio el lunes por la mañana hacia la última ronda de discusiones arancelarias en Washington, dejó atrás una nación sumida en la agitación política y preparándose para una nueva sacudida de sufrimiento económico.
El partido de Akazawa, el Partido Liberal Democrático, había sufrido una aplastante derrota en las elecciones del día anterior, con lo que se convirtió en un partido gobernante minoritario en ambas cámaras del Parlamento.
Además, Japón se acercaba a la fecha límite del 1 de agosto para alcanzar un acuerdo comercial con Estados Unidos. El gobierno de Donald Trump había prometido imponer un arancel general del 25 por ciento a los productos japoneses enviados a Estados Unidos, el mayor comprador de sus exportaciones.
El éxito de la negociación de un acuerdo se consideraba fundamental para la supervivencia política de Shigeru Ishiba, primer ministro de Japón y aliado de Akazawa desde hace mucho tiempo. Pero tras más de tres meses y siete rondas de negociaciones arancelarias, pocos expertos en comercio esperaban que el acuerdo llegara a buen puerto.
Resulta que la octava fue la vencida.
En una publicación en las redes sociales a última hora de la tarde estadounidense del martes, el presidente Trump declaró que había alcanzado un “enorme” acuerdo comercial con Japón. Japón había accedido a abrir sus mercados a más importaciones de automóviles y arroz estadounidenses, así como a invertir 550.000 millones de dólares en Estados Unidos, dijo.
A cambio, dijo el presidente, las exportaciones japonesas a Estados Unidos tendrían un arancel del 15 por ciento, inferior al 25 por ciento con el que había amenazado anteriormente. Crucialmente, dijeron más tarde funcionarios japoneses, las exportaciones de automóviles y piezas de automóviles estarían sujetas a un arancel del 15 por ciento, inferior a un arancel distinto y perjudicial del 25 por ciento que Trump ya había impuesto al sector.
Poco después del anuncio de Trump en las redes sociales, Akazawa publicó su propio mensaje: “#misióncumplida”. Al final, Japón alcanzó un acuerdo que “protegía sus intereses nacionales”, dijo Akazawa. Esto se debió a su estrategia de impulsar las negociaciones sin ceder demasiado, una táctica que denominó de “prisa lenta”.
El cierre de un acuerdo comercial entre Estados Unidos y Japón, su mayor inversor extranjero, supuso un giro sorprendente para dos naciones que apenas unos días antes parecían estar muy distanciadas.
Los expertos en comercio dijeron que las condiciones del acuerdo eran relativamente generosas por parte del gobierno de Trump, ya que las autoridades japonesas se encontraban en una posición debilitada tras el revés electoral sufrido días antes. Por parte de Japón, es probable que la concesión de Trump de reducir los aranceles sobre los automóviles --aunque con una tasa superior al 2,5 por ciento vigente anteriormente-- contribuyera a cerrar el acuerdo.

“Japón acabó consiguiendo un acuerdo bastante bueno después de todo el drama de las últimas semanas”, dijo David Boling, director de comercio para Japón y Asia en Eurasia Group, una consultora política. “¿Es el acuerdo ideal? Obviamente no. Y los aranceles van a tener un impacto en la economía”, añadió. “Pero es mejor que lo que la gente pensaba que Japón podría conseguir apenas ayer”.
Aunque los detalles de las decisiones de última hora que llevaron a Japón y Estados Unidos a un acuerdo siguen siendo escasos, el momento probablemente desempeñó un papel para ambas partes.
El gobierno de Trump se enfrenta a una presión cada vez mayor para lograr acuerdos comerciales antes del 1 de agosto, fecha en la que está previsto que entren en vigor aranceles elevados sobre las importaciones de numerosos países. Los acuerdos con otros socios comerciales importantes, incluida la Unión Europea, han avanzado con lentitud.
Y es probable que a Japón le resultara más fácil llegar a un acuerdo tras las elecciones nacionales del domingo.
Desde que comenzaron las negociaciones arancelarias entre Japón y Estados Unidos en abril, el gobierno de Trump había presionado constantemente a Japón para que ampliara el acceso al mercado de productos estadounidenses como los automóviles y el arroz, y para que aceptara el arancel del 25 por ciento sobre sus exportaciones de automóviles.
Sin embargo, antes de las recientes elecciones, el electorado japonés había manifestado su oposición a que Japón hiciera sacrificios sustanciales por un acuerdo comercial. Ishiba, el primer ministro, y otros dirigentes del Partido Liberal Dmocrático se hicieron eco de este sentimiento, y aseguraron repetidamente que protegerían la agricultura nacional y que querían que se eliminaran por completo los aranceles sobre las exportaciones de vehículos.
Al mismo tiempo, los funcionarios japoneses se enfrentaban a la acuciante amenaza de que un fracaso en las negociaciones comerciales podría iniciar aranceles generalizados. Esas medidas no solo erosionarían las ganancias de los principales exportadores japoneses, como Honda, Nissan y Toyota, sino que también podrían exacerbar las debilidades subyacentes de la economía japonesa.
En las últimas semanas, algunos asesores influyentes del partido gobernante de Japón habían sugerido que aceptara algunos aranceles sobre las exportaciones de automóviles para ayudar a proteger a otras industrias de impuestos generales, según dos personas implicadas en las conversaciones, que hablaron de interacciones privadas bajo condición de anonimato.
Tras las elecciones, los funcionarios japoneses se vieron obligados a “apresurarse para elaborar un paquete que creyeran que dejaría satisfecho al gobierno de Trump”, dijo Glen S. Fukushima, exfuncionario de comercio y expresidente de la Cámara de Comercio Estadounidense en Japón.
Este paquete ofrecido por Akazawa tenía como principal objetivo “ayudar a Trump a afirmar que ha obtenido una victoria histórica”, dijo Fukushima. “Desde luego, no querían hacerlo antes de las elecciones porque podría haber hecho perder votos a Ishiba y al Partido Liberal Democrático”.
En una conferencia de prensa celebrada el martes, Akazawa dijo que Japón proporcionaría hasta 550.000 millones de dólares en inversiones y préstamos en Estados Unidos enfocados en sectores como el farmacéutico y el de los semiconductores.
Japón permitiría la importación de automóviles fabricados en Estados Unidos sin las normas de seguridad y pruebas únicas que suele exigir, aceptaría el arancel del 15 por ciento sobre sus exportaciones de automóviles y encontraría formas de conseguir más arroz estadounidense sin alterar las políticas arancelarias existentes, dijo.
Para Ishiba, la cuestión inmediata es si el público japonés, sus oponentes políticos e incluso miembros de su propio partido percibirán el acuerdo comercial como una victoria, o como un pacto que exigía concesiones excesivas.
Varios de los principales periódicos japoneses informaron el miércoles de que Ishiba estaba contemplando la posibilidad de anunciar su renuncia a finales del próximo mes. Hiroshi Moriyama, secretario general del Partido Liberal Democrático, negó las informaciones, dijo que “no se había hablado” de la dimisión de Ishiba.
Boling, del Eurasia Group, quien participó en la negociación de un acuerdo comercial entre Estados Unidos y Japón durante el primer gobierno de Trump en 2019, estableció contrastes entre el acuerdo actual y su predecesor.
En aquel momento, el Partido Liberal Democrático había mantenido prácticamente el poder en Japón durante más de seis décadas. Estaba dirigido por Shinzo Abe, entonces primer ministro, quien había sabido cultivar una estrecha relación personal con Trump.
“Pienso en Abe y en cómo fue capaz de negociar con Trump”, dijo Boling. “Una de las razones por las que pudo negociar con Trump fue que pudo negociar desde una posición de poder”.
Esta vez, Japón se encontró “jugando una partida en la que las cartas estaban en su contra”, dijo. “Así que poner fin al juego de cartas era lo mejor para Japón”.
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