
La joven presidencia de Claudia Sheinbaum refleja el arco trágico de La triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, de Gabriel García Márquez: una discípula obediente cargada con deudas que no creó, atrapada en un deber moral que consume su libertad. Como la Eréndira de Márquez, Sheinbaum parece condenada a servir las deudas políticas e ideológicas de su predecesor y padrino, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y del partido MORENA. Su lealtad inquebrantable a Cuba, Nicaragua y Venezuela, simbolizada por su boicot a la Cumbre de República Dominicana y la expansión de envíos subsidiados de petróleo a La Habana, revela una presidencia aún gobernada por la fuerza gravitatoria de su creador. Sin embargo, cada acto de devoción aísla más a México de su centro de gravedad estratégico: su asociación con Estados Unidos.
I. La alegoría y su significado
En el relato de García Márquez, la joven Eréndira es condenada a pagar las deudas de su abuela mediante una servidumbre interminable; una metáfora inquietante de la inocencia sacrificada a la lealtad. Trasladado al presente de México, la presidenta Claudia Sheinbaum es la Cándida Claudia, una líder de intelecto y disciplina, pero atrapada por obligaciones emocionales y políticas hacia su “padrino despiadado”, AMLO, y hacia la maquinaria ideológica de MORENA.
AMLO, como la matriarca despiadada de Márquez, manda a través de la deuda moral y la culpa revolucionaria. Su autodenominada Cuarta Transformación prometió restaurar la dignidad y soberanía de México, pero también ató a sus sucesores a una narrativa de antiimperialismo, paternalismo estatal y solidaridad simbólica con la izquierda latinoamericana. Para Sheinbaum, desafiar esta herencia equivaldría a traicionar el mito que legitimó su ascenso.
Sus gestos de continuidad —el boicot a la próxima Cumbre de las Américas en República Dominicana y el triple de exportaciones de petróleo a Cuba— revelan una presidencia gobernada por la fidelidad ritual más que por la autonomía pragmática. Estos actos complacen a los ancianos revolucionarios, pero profundizan el aislamiento de México respecto a su principal socio económico y de seguridad. La tragedia, como en la parábola de Márquez, es la ceguera moral: la sierva fiel que confunde obediencia con virtud, incluso mientras su servidumbre incendia la casa.
II. La prueba del primer año: una continuidad peligrosa
En su primer año, Sheinbaum ha reafirmado cada línea simbólica trazada por la política exterior de AMLO. Su negativa a asistir a la cumbre regional de diciembre de 2025 en Santo Domingo porque Cuba, Nicaragua y Venezuela fueron excluidos bajo presión de Estados Unidos es a la vez protesta y declaración de lealtad. “Nunca estaría de acuerdo con excluir a ningún país”, insistió, repitiendo las palabras de López Obrador en 2022 (Reuters, 2025). La declaración resonó en la izquierda latinoamericana, pero cayó mal en Washington, donde los responsables de política la interpretaron como otra señal de que México no se alinearía con el consenso democrático hemisférico.

Mientras tanto, su gobierno autorizó silenciosamente un aumento extraordinario en las exportaciones de combustible de Pemex a Cuba: 58 envíos valorados en aproximadamente tres mil millones de dólares en solo cuatro meses, más del triple del volumen de los dos años anteriores combinados (CiberCuba, 2025). Las entregas incluyeron diésel y gasolina transportados en un buque cubano ya sancionado por el Tesoro de EE. UU. Sheinbaum defendió los envíos como “ayuda humanitaria consistente con la esencia del humanismo mexicano” (El Universal, 2025). Pero los analistas advierten que el balance endeudado de Pemex no puede absorber la pérdida y el gesto corre el riesgo de violar sanciones estadounidenses o provocar aranceles de represalia bajo el marco del T-MEC (Baker Institute, 2024).
Estratégicamente, su primer año en el cargo ha revelado una presidencia moldeada menos por la innovación que por la herencia. El manual de política exterior de AMLO —boicots a cumbres, no alineamiento ideológico y diplomacia petrolera— permanece intacto, aunque el contexto global ha cambiado. Washington ahora ve a México no como un puente neutral sino como un posible aguafiestas en la respuesta colectiva del hemisferio al afianzamiento autoritario.
III. El costo humano de la obediencia
Así como la servidumbre de Eréndira no enriqueció a nadie más que a su abuela, México gana poco de estas alianzas simbólicas. El gobierno cubano sobrevive otra temporada; Pemex se hunde más en números rojos. La imagen de México como mediador pragmático se erosiona mientras su salvavidas económico, el mercado estadounidense, enfrenta un mayor escrutinio político. Voces en el Congreso de EE. UU. ya han cuestionado si la ayuda de combustible de México a La Habana constituye “apoyo material a entidades sancionadas”.
En el ámbito interno, el “humanismo mexicano” de Sheinbaum corre el riesgo de convertirse en un disfraz retórico para el exhibicionismo moral: generosidad hacia afuera mientras se descuida la disciplina fiscal en casa. Su administración presenta las exportaciones de petróleo como solidaridad humanitaria, pero la transparencia es mínima; ni los términos de pago ni los registros de envíos han sido divulgados públicamente. Para los mexicanos comunes, la imagen resulta preocupante: miles de millones en combustible subsidiado para Cuba mientras persisten la inflación interna y la escasez energética.
En términos de política exterior, esta obediencia se traduce en inmovilidad estratégica. México renuncia a influencia con socios democráticos como Canadá y la Unión Europea, que desaprueban discretamente la normalización de Ortega y Maduro. Mientras tanto, Pekín y Moscú explotan la brecha, cortejando a La Habana y Caracas con incentivos financieros y militares que México no puede igualar. La paradoja es clara: en su intento por defender la soberanía latinoamericana frente al dominio de EE. UU., Sheinbaum corre el riesgo de ceder terreno hemisférico a China y a una Rusia disminuida, las potencias que hoy definen el segundo gran juego de influencia en las Américas.
IV. Entre la redención y la rebelión
En la historia de García Márquez, la redención de Eréndira comienza solo cuando quema la caravana y escapa de la tiranía de su abuela. Para Sheinbaum, la redención significaría recuperar la autonomía estratégica: poner fin al ciclo de dependencia ideológica y construir una política exterior basada en el realismo, no en el resentimiento heredado.
Ese camino aún está abierto. México sigue siendo el mayor socio comercial de Estados Unidos, con más de 860 mil millones de dólares en comercio bilateral anual (USTR, 2025). La cooperación en migración, seguridad y energía puede sobrevivir a la fricción ideológica si se maneja con pragmatismo. Sin embargo, cada desafío simbólico a Washington erosiona la confianza entre inversionistas y responsables de política, reavivando el espectro de aranceles y presiones fronterizas.
El desafío de Sheinbaum es, por tanto, existencial: evolucionar de discípula leal a arquitecta soberana. En el momento en que redefina el nacionalismo como independencia estratégica en lugar de desafío ideológico, México podrá recuperar su equilibrio. Pero si continúa obedeciendo al padrino despiadado y a la maquinaria de su partido, la tragedia anticipada por Márquez puede repetirse: devoción transformada en destrucción e inocencia consumida por el deber.
Conclusión
El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum se encuentra en una encrucijada moral y geopolítica. Su fidelidad al credo izquierdista de AMLO le ha ganado credibilidad entre aliados ideológicos, pero corre el riesgo de alienar a los socios que sostienen la prosperidad y seguridad de México. Al atar su política exterior a la nostalgia revolucionaria, puede encontrarse atrapada en una ecuación imposible: buscar soberanía mientras renuncia a la flexibilidad.
Como la Eréndira de Márquez, la historia de Sheinbaum es una de servidumbre heredada: la fortuna de su país hipotecada a las deudas emocionales de su pasado. La redención requerirá un coraje distinto: la fuerza para desobedecer. Hasta entonces, la tragedia de México seguirá siendo la misma: una nación demasiado leal a sus mitos como para apoderarse de su futuro.