Ansiosos por el cese del derramamiento de sangre, del desplazamiento y de la destrucción, muchos palestinos en Gaza recibieron con alivio la noticia de que Israel y Hamas acordaron una pausa en la devastadora guerra de dos años. Sin embargo, ese respiro llega entrelazado con un dolor inmenso por las pérdidas humanas y materiales, y con la incertidumbre de lo que vendrá después.
“Una vez que escuchamos la noticia sobre la tregua, nos sentimos felices”, expresó Ibrahim Shurrab, de Jan Yunis. “Le pedimos a Dios que la felicidad continúe para nosotros y para nuestro pueblo palestino y que podamos regresar a nuestros hogares a pesar del dolor y el sufrimiento”, agregó desde Muwasi, un área repleta de tiendas de campaña donde se refugian familias desplazadas.
Nevin Qudeeh coincidió en que sintió su mayor alivio desde el inicio de la guerra, aunque advirtió que la verdadera alegría llegará solo cuando pueda regresar a casa. “Estamos quedándonos en las calles”, lamentó.
En Deir al-Balah, algunos niños recibieron la noticia con silbidos, aplausos y cánticos de “Allahu akbar” (“Dios es grande”). Mahmoud Wadi habló de “una felicidad inmensa y un sentimiento indescriptible”.
Pero no todos pudieron entregarse al entusiasmo. Mohammad Al-Farra describió un estado de emociones encontradas: “Estoy feliz e infeliz. Hemos perdido a mucha gente y hemos perdido seres queridos, amigos”. “La situación es muy difícil”, subrayó, aunque afirmó que los palestinos superarán las dificultades como lo han hecho hasta ahora.
La misma ambivalencia expresó Taghreed al-Jabali, desplazada de Jan Yunis: “No sabemos si sentirnos felices o tristes”, dijo, recordando los dos años de violencia, los niños que perdieron la escuela y las generaciones enteras truncadas. “Nuestros hijos e hijas no recibieron educación. Se perdió toda una generación. Se perdieron dos generaciones, no solo una. Que Dios nos lo compense”.
La ofensiva israelí en Gaza comenzó tras el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023, en el que murieron unas 1.200 personas en Israel, en su mayoría civiles, y fueron secuestrados 251 rehenes. La mayoría de ellos ya ha sido liberada, pero aún quedan cautivos. Como parte del acuerdo actual, Israel y Hamas pactaron liberar a los últimos 48 rehenes —de los cuales se cree que alrededor de 20 están vivos— a cambio de cientos de prisioneros palestinos.
El Ministerio de Salud de Gaza asegura que más de 67.000 palestinos han muerto en estos dos años, cerca de la mitad mujeres y niños. Aunque el ministerio está bajo la administración de Hamas, organismos de la ONU y expertos internacionales consideran sus cifras como la referencia más confiable sobre las bajas.

El jueves por la mañana todavía se escuchaban explosiones en el norte de Gaza, pese al anuncio del alto el fuego. El Ejército israelí afirmó que estaba preparando la implementación de la tregua y que ajustaría sus “líneas de despliegue”. La desconfianza persiste entre la población palestina. “La gente se siente muy cautelosa y temerosa de lo que está por venir”, señaló Mohamed al-Nashar, de Ciudad de Gaza, advirtiendo que la tregua podría romperse en cualquier momento.
En las playas de la parte central del territorio, miles de familias levantaron refugios improvisados con mantas tras huir de la ofensiva terrestre israelí. En medio de ese escenario, las voces palestinas expresan tanto esperanza como resignación.
“Somos un pueblo que ha sufrido la injusticia de la ocupación (israelí) y la injusticia de la guerra”, afirmó Samir Moammer, desplazado de Rafah. “La educación se ha detenido. Las vidas de las personas se han detenido”.
Y concluyó con una súplica: “La ocupación nos ha devuelto a la Edad de Piedra. Le pedimos a Dios que complete esta felicidad y que las personas vuelvan a ser como eran antes”.
(Con información de AP)