
Durante casi tres siglos, dos murales monumentales de William Hogarth permanecieron ocultos al público en este hospital de Londres. Tras una restauración de GBP 9,5 millones, estas obras maestras del arte británico se exhiben por primera vez, lo que representa un avance notable en la recuperación del patrimonio cultural de la ciudad. La apertura de estos murales, La piscina de Betesda y El buen samaritano, no solo revela piezas nunca antes vistas de uno de los grandes pintores del siglo XVIII, sino que también transforma el hospital en un nuevo punto de interés para los amantes del arte.
El proyecto de restauración, concluido en octubre de 2025, permitió que el Ala Norte del hospital más antiguo de Gran Bretaña —con casi 900 años de historia y tradición en atención gratuita— abriera sus puertas al público general.

Will Palin, director ejecutivo de la organización benéfica Barts Heritage, celebró esta ocasión al señalar a The Guardian: “Nunca habían estado accesibles al público, solo se podían ver en visitas especiales y apenas se vislumbraban, pero ahora las puertas se han abierto como nunca antes… queremos crear una nueva atracción para los visitantes en la ciudad”. Hasta este momento, el acceso a los murales se limitaba a recorridos restringidos, lo que realzaba la exclusividad de la experiencia.
Historia y encargo de los murales
La rivalidad artística y el compromiso de Hogarth con el arte británico son claves en la historia de estos murales. En la década de 1730, el hospital consideró al pintor veneciano Jacopo Amigoni para decorar su escalera principal. Sin embargo, Hogarth —nacido en 1697 a pocos metros del hospital— ofreció sus servicios de forma gratuita, impulsado por la idea de que los artistas británicos debían recibir apoyo y que una comisión de semejante relevancia correspondía a un creador local. Palin explicó al periódico inglés que, más allá de la defensa del talento nacional, probablemente la gratuidad de la propuesta resultó decisiva para las autoridades de entonces.

Las obras resultantes, La piscina de Betesda y El buen samaritano, son una excepción en la carrera de Hogarth, quien nunca volvió a afrontar un formato tan monumental. Los murales, que alcanzan los 2,1 metros de altura, presentan escenas bíblicas con figuras llenas de expresividad y compasión, como la imagen de un hombre enfermo sanado por Jesús.
Estas pinturas no solo embellecían la escalera y el Gran Salón, sino que también alentaban a los visitantes a realizar donaciones al hospital. El espacio restaurado incluye elementos arquitectónicos y decorativos de alto valor, como la lámpara de araña del siglo XVIII, la sala de banquetes, la portada barroca, la estatua de Enrique VIII y el techo dorado del Gran Salón, obra del maestro estuquista Jean Baptiste St Michell, su única creación en Inglaterra.

Proceso de restauración y futuro del espacio
La restauración, que se prolongó durante cinco años, requirió el esfuerzo de un equipo multidisciplinario formado por restauradores, artesanos, especialistas en conservación de pintura, doradores, expertos en hierro forjado y techadores especializados en edificios históricos. Uno de los principales desafíos técnicos fue la limpieza y conservación de los murales, que presentaban daños estructurales provocados por el bastidor de madera que sostiene los lienzos. Además, se reforzó la escalera de madera y se restauraron otros elementos patrimoniales del edificio. La financiación principal provino de una subvención de GBP 5,3 millones del National Lottery Heritage Fund, lo cual permitió abordar tanto la conservación de los murales como la recuperación integral del Ala Norte.
Con la conclusión de las obras, el hospital St Bartholomew inicia una nueva fase como espacio cultural. El Gran Salón será escenario de eventos a lo largo del año, mientras que los murales podrán visitarse dos veces por semana, lo que inaugura una etapa inédita en la historia de este emblemático edificio londinense.
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