
En las aguas cristalinas de las Bahamas, un equipo de la Universidad de Michigan identificó un equilibrio determinante para el futuro de la captura de carbono en ecosistemas costeros. Tras nueve años de experimentos, los investigadores demostraron que la cantidad y el tipo de nutrientes presentes en el agua definen si los pastos marinos actúan como sumideros de carbono o desaparecen por la proliferación de fitoplancton.
Los estudios, publicados en septiembre de 2025, analizaron la influencia del nitrógeno y el fósforo en el crecimiento de las praderas marinas y su capacidad para almacenar carbono.
El equipo, formado por el profesor asociado Jacob Allgeier y la doctora Bridget Shayka, gestionó durante casi una década parcelas experimentales en una bahía de las Bahamas, enriquecidas con diferentes niveles de nutrientes.

El delicado balance entre nitrógeno y fósforo
El primer estudio reveló que, con nutrientes moderados, los pastos marinos experimentaron un crecimiento sostenido. Tanto el nitrógeno como el fósforo añadidos a sistemas originalmente pobres estimularon la producción de biomasa.
En una primera etapa, las plantas invirtieron en el desarrollo de raíces, facilitando así el almacenamiento de carbono en el subsuelo. Al avanzar el tiempo, el crecimiento se desplazó hacia las hojas, y la rápida descomposición de las raíces favoreció el traslado de carbono al sedimento, incrementando la tasa de secuestro.
Sin embargo, el equipo advirtió el riesgo derivado del exceso de nutrientes. Cuando la cantidad de nutrientes, especialmente nitrógeno, excedió ciertos umbrales, el sistema perdió equilibrio. El exceso de nitrógeno impulsó la proliferación del fitoplancton, que bloqueó la luz solar y causó la muerte de los pastos marinos. Allgeier apuntó que, aunque la letalidad de los nutrientes en exceso era una creencia generalizada, los resultados indican que el riesgo surge cuando el aumento dispara el crecimiento del fitoplancton, no cuando los aportes están controlados.
El segundo estudio profundizó en los efectos diferenciados del nitrógeno y el fósforo. Mediante la combinación de 21 niveles distintos de ambos nutrientes en parcelas y muestras de fitoplancton, el grupo comprobó que el fósforo favoreció especialmente el crecimiento de los pastos marinos en situaciones de escasez. Por el contrario, el nitrógeno funcionó como principal impulsor del fitoplancton.
Este resultado contradice la teoría ecológica tradicional que sostiene que la proporción de ambos nutrientes es decisiva. Según Allgeier, los datos extraídos en el agua y las plantas demuestran que este modelo no se ajusta a los sistemas estudiados en las Bahamas.

Implicaciones para la conservación y la gestión marina
Bridget Shayka, autora principal de los estudios, subrayó que la adición de nutrientes puede resultar beneficiosa en sistemas pobres, aunque alertó sobre los riesgos del exceso: “Sabemos que cuando se sobrepasa el límite y se añaden demasiados nutrientes, realmente se destruyen estos sistemas. Es una de las principales causas de su desaparición en todo el mundo y en los ecosistemas costeros”, afirmó Shayka en declaraciones recogidas por la Universidad de Michigan.
Las conclusiones obtenidas son relevantes para la conservación y gestión de los ecosistemas marinos. La contaminación por nutrientes, principalmente de origen humano, figura entre las principales amenazas para los pastos marinos a escala mundial.
Los resultados del equipo sugieren que un control cuidadoso, enfocado en limitar el aporte de nitrógeno, permitiría que los pastos marinos continúen su función como sumideros de carbono sin sucumbir al avance del fitoplancton.
Si bien la reducción total del ingreso de nutrientes en los ecosistemas costeros parece inalcanzable, los investigadores insisten en que la clave reside en gestionar el nitrógeno. Solo así podrá protegerse la capacidad de las praderas marinas para capturar carbono y preservar la salud de estos sistemas esenciales.