
Un estudio realizado en España comfirmó la existencia de cinco subtipos de insomnio, un hallazgo que podría transformar el diagnóstico y el tratamiento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce los problemas de sueño como una epidemia de salud pública, debido a su vínculo con trastornos neurológicos y cardiovasculares.
El insomnio crónico se define por dificultades para dormir con consecuencias diurnas, al menos tres días a la semana durante tres meses, sin que existan otros factores explicativos.
En España, cerca del 43% de la población presenta algún síntoma de insomnio, y la prevalencia de casos crónicos se ha triplicado en las últimas dos décadas. La investigación, desarrollada con la colaboración de ocho unidades multidisciplinares del sueño y financiada por la Sociedad Española de Sueño, abre la puerta a tratamientos más personalizados y eficaces.
La investigación, liderada por Francesca Cañellas, psiquiatra especializada en medicina del sueño e investigadora del Instituto de Investigación Sanitaria Illes Balears, parte de la premisa de que el insomnio es una afección compleja y heterogénea. “Es una afección compleja y heterogénea en la que diferentes vías fisiopatológicas conducen a la queja común de falta de sueño y al deterioro del funcionamiento diurno”, explicó Cañellas al diario El País.
El estudio por dentro
Existen dos enfoques principales para clasificar el insomnio: uno que distingue entre pacientes con sueño corto (menos de seis horas) y aquellos con una percepción errónea de su descanso, y otro, propuesto en 2019 por los investigadores holandeses Tessa Blanken y Eus Van Someren, que identifica cinco subtipos basados en rasgos afectivos y de personalidad. Esta clasificación se realiza mediante un cuestionario de 204 preguntas, sin necesidad de pruebas médicas complejas.
El estudio español, que contó con la participación de ocho unidades del sueño, analizó características clínicas, niveles de ansiedad y depresión, antecedentes familiares y personales, y tratamientos previos de los pacientes. Los resultados avalan la existencia de los cinco subtipos y confirman que el 82% de los pacientes que llegan a las unidades de sueño pertenecen a los subtipos 1 y 3, considerados los más complejos y resistentes al tratamiento. Por lo general, estos pacientes buscan ayuda tras más de siete años de insomnio persistente.
El subtipo 1 se caracteriza por una elevada angustia relacionada con el sueño, insomnio grave y altos niveles de depresión. En estos casos, el insomnio puede ser el primer síntoma de una depresión subyacente, y la mejora solo se produce si se aborda el trastorno depresivo. Además, estos pacientes suelen tener antecedentes de ansiedad o depresión.

Subtipo 2: es el más común en la población general. Se caracteriza por niveles moderados de angustia, insomnio asociado al estrés y altos niveles de activación previa al sueño. Por lo general, responden bien a la terapia cognitivo-conductual.
Subtipo 3, por su parte, agrupa a personas moderadamente angustiadas por su sueño, con tendencia a la negatividad y una respuesta deficiente a los tratamientos habituales. Tanto los subtipos 1 como 3 presentan un mayor consumo de hipnóticos (casi un 30% toma dos o más fármacos) y antecedentes familiares de insomnio o patología psiquiátrica.
Subtipo 4: Pacientes con insomnio de larga duración y niveles de angustia ligeramente inferiores, suelen haber experimentado traumas infantiles. Responden a terapias de relajación y técnicas de afrontamiento de estrés.
Subtipo 5: Similares al subtipo 4 en relación a la respuesta a tratamientos y las experiencias previas vinculadas a traumas de la infancia, presentan insomnio de larga duración en respuesta a acontecimientos vitales, aunque con una gravedad menor.
Dormir mal y poco, una problemática que sigue de cerca la ciencia

Una investigación realizada en Estados Unidos determinó que el insomnio crónico aumenta en un 40% el riesgo de deterioro cognitivo y demencia en personas mayores de 70 años. El estudio, que incluyó un seguimiento de más de cinco años a 2.750 adultos, se publicó a fines de junio de 2024.
Un estudio reciente identificó una crisis global del sueño. Los datos muestran que solo el 62% de la población mundial reporta dormir bien de forma regular, una proporción que disminuye desde 2021, año en que el porcentaje era del 65%.
El doctor Daniel Pérez Chada, director de la Clínica del Sueño en el Hospital Universitario Austral, señaló en una nota reciente de Infobae que en las últimas cinco décadas se redujo en un 25% la cantidad de horas de sueño. Indicó además que la pandemia por coronavirus intensificó los trastornos del sueño, el uso de luz artificial y los problemas de estrés, lo que generó que más personas presenten dificultades para dormir y descansen menos horas.

De acuerdo con un informe del Observatorio de Psicología Social de la Universidad de Buenos Aires, seis de cada diez personas experimentan dificultades para dormir.
Esta proporción creció desde la pandemia: en 2020, el 41% de los argentinos reportaba problemas de sueño, mientras que en 2024 la cifra alcanzó el 60%. El estudio también releva que solo el 15% de los encuestados se declaró muy satisfecho con su vida sexual.
Entre las principales preocupaciones figuran la situación económica (45%), los conflictos de pareja (38%), los duelos (19%) y la incertidumbre relacionada con la vocación (10%).
El doctor en filosofía y psicólogo Cristian Garay, coautor del estudio, explicó en Infobae en vivo los factores vinculados al aumento de dificultades para dormir.
Según detalló, existe un grupo que presenta insomnio o trastornos del sueño, cuya proporción tuvo una leve reducción desde la pandemia. En cambio, el grupo de personas que duerme menos horas fue el que más creció.
Garay señaló que esta disminución en el tiempo de descanso resulta especialmente preocupante debido al impacto negativo sobre la salud mental y física.

Ante el insomnio se deben poner en marcha distintos hábitos que se pueden incorporar a la rutina, conocidos como “la higiene del sueño”, y son los siguientes, según los expertos en una nota reciente de Infobae.
- Establecer un horario regular tanto para acostarse como para levantarse, ya que los cambios constantes incrementan el riesgo de problemas graves y persistentes para dormir.
- Permanecer en la cama solo el tiempo necesario. Si después de 30 minutos no se logra conciliar el sueño, se sugiere cambiar de ambiente y realizar una actividad relajante, como leer una revista o ver televisión. Al sentir sueño, regresar al dormitorio. Esta práctica busca asociar la cama con quedarse dormido rápidamente.
- Evitar la siesta o las situaciones que la propicien. Si es necesario descansar después de comer, la siesta no debe superar los 30 minutos.
- No realizar en la cama actividades como ver televisión, leer, escuchar la radio, comer, hablar por teléfono o discutir. Es fundamental que el cerebro asocie el dormitorio y la cama solo con el acto de dormir.
- Incorporar actividad física suave, como una caminata, durante al menos una hora diaria bajo la luz solar, preferentemente por la tarde y siempre finalizando al menos tres horas antes de dormir. El ejercicio intenso cerca de la hora de acostarse puede activar el sistema nervioso y dificultar el sueño.
- Desarrollar una rutina nocturna que ayude a prepararse para dormir, como cepillarse los dientes, ponerse el pijama, preparar la ropa del día siguiente e incluir ejercicios de relajación.
- Tomar un baño tibio antes de acostarse, ya que ayuda a relajarse y promueve el sueño.
- Evitar bebidas con cafeína (café, bebidas cola), así como el alcohol y el tabaco, porque afectan negativamente la calidad del descanso.
- Mantener el dormitorio con una temperatura confortable y minimizar la luz y el ruido.
- No acostarse hasta que hayan pasado al menos dos horas desde la cena. Evitar tanto la sensación de hambre como las comidas copiosas, y reducir el consumo de líquidos en la tarde y noche para evitar interrupciones del sueño por tener que levantarse al baño.
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