
Si en estos momentos ocurre un incidente en la estación espacial de China y sus tres tripulantes se vieran obligados a abandonar el laboratorio orbital y regresar a casa, no podrían volver.
Es que la tripulación de Shenzhou-21 se quedó sin cápsula de regreso tras una cadena de incidentes con basura espacial y decisiones operativas que modificaron los planes de la Agencia Espacial Tripulada China (CMSA).
El programa espacial tripulado de China suele mantener una rutina impecable en su estación Tiangong. Cada misión repite un patrón que permite un relevo ordenado entre tripulaciones y un control estricto de los recursos. Sin embargo, los últimos días alteraron esa previsibilidad.
La secuencia que desembocó en este escenario reveló un punto vulnerable en la arquitectura operativa de la CMSA, un punto que no estaba previsto para activarse de manera tan abrupta.
El origen de la situación se rastrea hasta la misión Shenzhou-20, compuesta por Wang Jie, Chen Zhongrui y el comandante Chen Dong. Ese trío pasó más de seis meses en órbita y debía volver el 5 de noviembre. Antes del regreso ocurrió el hecho que desencadenó todo: un pequeño fragmento de basura espacial impactó una de las ventanas de observación de su cápsula.
El golpe provocó una grieta que dejó al vehículo fuera de condiciones para el reingreso. Ante ese daño, la CMSA evaluó riesgos y pospuso la vuelta del equipo. La cápsula quedó declarada no apta y la tripulación se encontró sin un vehículo seguro.
Mientras tanto, la misión Shenzhou-21 —con Zhang Lu, Zhang Hongzhang y Wu Fei— llegó a Tiangong el 31 de octubre. El relevo entre ambas tripulaciones se realizó como acostumbra el programa chino, pero la cápsula dañada de Shenzhou-20 continuó inutilizable. Ese detalle, aparentemente manejable al principio, comenzó a escalar en complejidad. La permanencia prolongada de Shenzhou-20 consumió más recursos de los previstos y dejó a la CMSA sin margen para mantener su cronograma original.
El desenlace se produjo el 14 de noviembre. La tripulación de Shenzhou-20 regresó finalmente a la Tierra a bordo de la cápsula destinada a Shenzhou-21. Ese intercambio de vehículos resolvió la urgencia de la misión saliente, pero dejó a los recién llegados sin su propia nave de retorno. En la práctica, Tiangong quedó sin un bote salvavidas seguro para los tres astronautas que recién iniciaban su estadía de seis meses.
La CMSA reconoció el problema. El impacto de basura espacial en Shenzhou-20 alteró de inmediato todos los planes y obligó a acelerar un lanzamiento que estaba programado para 2026. La agencia afirmó que “la misión para el lanzamiento de la nave espacial Shenzhou-22 se inició y los preparativos para todos los sistemas están en pleno desarrollo, incluyendo las pruebas de la nave y los componentes del cohete, así como la preparación de la carga”. La frase confirmó el cambio de prioridad: el reemplazo debía despegar cuanto antes.
La propia Shenzhou-20 quedó declarada no apta para traer astronautas de regreso. La agencia estatal Xinhua transmitió una comunicación oficial en la que se estableció que “la nave espacial Shenzhou-20 no cumple con los requisitos para el regreso seguro de los astronautas y permanecerá en órbita para continuar con los experimentos pertinentes”.
El informe también detalló que las pequeñas grietas detectadas en la ventana correspondían “muy probablemente” al impacto de escombros espaciales.
Este tipo de incidentes no resulta completamente inusual en órbita baja, pero mostró cómo incluso una estación nueva y un programa en expansión pueden enfrentar imprevistos que tensan su logística. El impacto dañó un punto sensible y dejó expuesta una dependencia: cada tripulación dispone de un solo vehículo para evacuar la estación. Si ese vehículo sufre un daño grave, la arquitectura de seguridad queda temporalmente comprometida.
El antecedente de la NASA con estadía prolongada
Tiangong enfrenta ahora una situación que recuerda varios episodios vividos en la Estación Espacial Internacional. Las permanencias extendidas de tripulaciones por fallos en vehículos de retorno no son inéditas.
El caso más reciente fue el de Sunita Williams y Barry Wilmore, quienes permanecieron casi nueve meses en la EEI porque la cápsula Boeing Starliner que los llevó presentó fugas de helio y problemas con sus propulsores. La NASA decidió traer ese vehículo sin tripulación y mantuvo a los astronautas en órbita hasta disponer de otra cápsula para su regreso.
Otro antecedente relevante ocurrió con Frank Rubio, quien terminó con 371 días continuos en la estación debido al incidente en la Soyuz MS-22. Ese vehículo sufrió daños que obligaron a enviar la Soyuz MS-23 sin tripulación para reemplazarlo. Rubio completó la misión individual más extensa para un astronauta de la NASA después de un retraso que modificó todos los planes operativos.
Sin embargo, las comparaciones muestran diferencias clave. En la EEI siempre permanecen múltiples cápsulas acopladas para evacuar la estación en caso de emergencia. Wilmore, Williams y Rubio nunca quedaron sin opciones reales de escape. La situación actual en Tiangong difiere por completo: la única nave con capacidad para tripulación conectada a la estación presenta grietas externas y la CMSA determinó que no ofrece condiciones seguras para un descenso.

Las autoridades chinas mantienen un cohete Larga Marcha 2F y una nave Shenzhou en estado de disponibilidad casi inmediata en Jiuquan. Esa política contempla emergencias que requieran lanzar una cápsula de rescate en poco más de ocho días.
La falta de un transporte seguro para la tripulación del Shenzhou-21 activa ese protocolo de contingencia. Las agencias chinas comunicaron que la Shenzhou-22 será enviada “en el momento oportuno”, una expresión que sugiere un lanzamiento inminente sin especificar la fecha.
La rapidez con la que China ajustó su cronograma refleja la preocupación por la exposición al riesgo. Cada día sin un bote salvavidas seguro incrementa el nivel de vulnerabilidad. La decisión de adelantar una misión que originalmente se ubicaría dos años más adelante muestra que Tiangong ingresó en una fase operativa distinta, más dinámica y con presiones que no formaban parte del diseño inicial.

No obstante, el manejo de la emergencia también demuestra un punto fuerte del programa chino: la capacidad de reacción cuando un incidente con basura espacial altera las reglas. El impacto que dañó Shenzhou-20 evidenció que ni las naves más recientes pueden evitar por completo las consecuencias de la saturación de desechos en órbita baja, un problema global que continúa sin una solución definitiva.
En paralelo, la tripulación de Shenzhou-20 completó su regreso exitoso. Chen Dong, Chen Zhongrui y Wang Jie aterrizaron de forma segura en el sitio de Dongfeng el 14 de noviembre. Descendieron con paracaídas, salieron por sus propios medios y los equipos médicos verificaron su buen estado general después de más de seis meses en el espacio.
La nave Shenzhou-21 que utilizaron para volver cumplió su rol sin presentar inconvenientes, lo que refuerza la idea de que el redireccionamiento de vehículos entre misiones terminó convirtiéndose en la única maniobra viable para evitar prolongar aún más su estadía.

El historial de Shenzhou-20 también deja un símbolo particular. La tripulación no solo realizó experimentos científicos y actividades educativas, también llevó a cabo cuatro caminatas espaciales en las que instaló escudos frente a basura espacial.
La paradoja resulta evidente: los astronautas dedicaron parte de su misión a reforzar la protección de Tiangong contra escombros, mientras un fragmento lo suficientemente pequeño para pasar inadvertido terminó dañando precisamente la cápsula en la que debían regresar.
La misión Shenzhou-21 enfrenta ahora un escenario distinto al que anticipaba. El comandante Zhang Lu, astronauta con experiencia previa, lidera a dos novatos: Zhang Hongzhang y Wu Fei, el miembro más joven del cuerpo espacial chino. El equipo llegó con la expectativa de iniciar un ciclo regular de seis meses y ahora ocupa una estación que espera una nave no tripulada para restaurar su seguridad.
Shenzhou-22 se convertirá en la pieza central de la solución. Cuando se acople, la cápsula dañada de Shenzhou-20 será desacoplada y la CMSA la desorbitará de forma controlada sobre el océano Pacífico, según comunicaron fuentes oficiales. La nueva misión transportará suministros adicionales, necesarios porque la extensión imprevista del trabajo de Shenzhou-20 aceleró el consumo de recursos dentro de la estación.
Tiangong continúa operativa, pero su situación actual refresca la idea de que ningún plan espacial, por meticuloso que sea, queda libre de sorpresas en un entorno donde la fragilidad de los materiales convive con miles de objetos en movimiento continuo.
En los próximos días, el lanzamiento de Shenzhou-22 definirá si la contingencia queda superada. El tiempo se volvió un factor crítico. La estación espera una nave que restablezca el equilibrio operativo y permita que la misión Shenzhou-21 retome un cronograma más cercano al que imaginó antes de que un fragmento diminuto alterara todo.
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