
La ambición de China por liderar la industria de la longevidad ha dejado de ser una aspiración marginal para convertirse en un proyecto nacional respaldado por inversiones multimillonarias, la proliferación de empresas biotecnológicas y un renovado interés social y político por extender la vida humana. El impulso estatal y privado ha transformado la búsqueda de la longevidad en un sector legítimo y lucrativo, donde laboratorios, “islas de la inmortalidad” y píldoras antienvejecimiento compiten por un lugar en el futuro de la salud.
El propio Xi Jinping junto a Vladimir Putin ha abordado públicamente la posibilidad de alcanzar los 150 años de vida, reflejando la magnitud de la apuesta china por la biotecnología y la medicina anti-envejecimiento.
El auge de la industria de la longevidad en China se manifiesta en la magnitud de las inversiones estatales y privadas, así como en la designación de este sector como prioridad nacional. El gobierno chino ha canalizado miles de millones de dólares hacia la investigación y el desarrollo de tecnologías relacionadas con la extensión de la vida, con el objetivo de igualar y superar a Occidente en campos como la biotecnología y la inteligencia artificial.
Vadim Gladyshev, profesor de la Harvard Medical School y pionero en estudios sobre longevidad, destacó en declaraciones a The New York Times que “han mejorado muy rápidamente. Hace unos años, aquí no había nada y Occidente todavía estaba muy por delante”. Durante una reciente visita a China para asistir a conferencias científicas, Gladyshev observó que los investigadores chinos “están alcanzando rápidamente” a sus pares internacionales.
En este contexto, han surgido empresas y proyectos emblemáticos que ilustran la diversidad y el dinamismo del sector.
Lonvi Biosciences, una start-up de medicina de longevidad con sede en Shenzhen, ha desarrollado píldoras antienvejecimiento basadas en un compuesto extraído de la semilla de uva. Lyu Qinghua, director de tecnología de la compañía, afirmó que “vivir hasta los 150 años es definitivamente realista” y anticipó que “en unos años, esto será la realidad”.
Lonvi abrió su laboratorio en 2022, tras la publicación de un estudio en Nature Metabolism que sugería que el procyanidin C1 (PCC1), presente en la semilla de uva, podía aumentar la esperanza de vida de ratones al eliminar células envejecidas y proteger las sanas. Aunque la empresa no participó en ese estudio, ha desarrollado cápsulas con altas concentraciones del compuesto y sostiene que, combinadas con un estilo de vida saludable, podrían permitir a las personas superar los 100 años.
Otras compañías, como Time Pie en Shanghái, han evolucionado desde la venta de suplementos dietéticos hasta la organización de conferencias científicas y la publicación de revistas especializadas. Gan Yu, cofundador de Time Pie, señaló que “antes, en China nadie hablaba de longevidad, solo los estadounidenses ricos. Ahora muchos chinos están interesados y tienen el dinero necesario para prolongar sus vidas”. SuperiorMed, por su parte, gestiona lo que describe como el mayor “hospital de longevidad” del mundo en Chengdu y promociona el concepto de “islas de la inmortalidad”, aunque reconoce que por ahora son solo proyectos de lujo orientados a la prevención y el bienestar.
El interés social y político por la longevidad en China tiene raíces profundas. La búsqueda del elixir de la vida se remonta al primer emperador, Qin Shi Huang, quien ordenó una búsqueda nacional de pociones para desafiar a la muerte. Aunque el emperador falleció a los 49 años, posiblemente por envenenamiento con mercurio derivado de un tratamiento antienvejecimiento, la fascinación por prolongar la vida ha persistido.
El reciente diálogo entre Xi Jinping y Vladimir Putin sobre la posibilidad de vivir hasta los 150 años, captado por la televisión estatal china, generó inquietud y fue rápidamente censurado. Sin embargo, la existencia de proyectos como el “981 Leaders’ Health Project”, vinculado a un hospital militar de élite en Beijing, sugiere que la extensión de la vida de los altos funcionarios es un objetivo real. Un video promocional, posteriormente eliminado, afirmaba que la esperanza de vida de los líderes chinos supera la de sus homólogos en países desarrollados, citando los casos de Mao Zedong y Deng Xiaoping, quienes vivieron hasta los 82 y 92 años, respectivamente.
El crecimiento económico y la mejora del nivel de vida han permitido que millones de chinos dediquen recursos y atención a la salud y la longevidad, un fenómeno que antes se asociaba principalmente a las élites occidentales. En eventos recientes organizados por empresas como Time Pie, se ha evidenciado el entusiasmo del público y la presencia de científicos internacionales, junto a una oferta variada de productos que va desde cremas y bayas de goji hasta cámaras criogénicas y dispositivos hiperbáricos. Rlab, una empresa de Shanghái, invitó a los asistentes a probar una cabina criogénica que alcanza los -129℃ (-200℉), mientras que SuperiorMed promocionó sus “islas de la inmortalidad” como futuros destinos de bienestar.

No obstante, el avance científico en el campo de la longevidad convive con controversias y escepticismo. Steve Horvath, investigador germano-estadounidense reconocido por desarrollar el primer “reloj de envejecimiento” basado en biomarcadores, afirmó que “nadie serio habla de inmortalidad en las conferencias científicas porque es absurdo”. Horvath, citado por The New York Times, reconoció una “gran mejora” en la calidad de la investigación, tanto en China como a nivel global, aunque persisten afirmaciones exageradas y productos de dudosa eficacia. El estudio sobre el procyanidin C1, publicado en 2021, fue calificado de innovador, pero la revista Nature Metabolism emitió posteriormente una nota editorial alertando sobre “errores en los datos”, sin llegar a retractar el artículo. Investigaciones posteriores, incluidas algunas en Japón, han respaldado parcialmente los resultados iniciales.
La traslación de los avances de laboratorio a la práctica clínica humana representa uno de los mayores desafíos para la industria. David Barzilai, médico estadounidense y fundador de Barzilai Longevity Consulting, advirtió que “lo que funciona en ratones a menudo decepciona en humanos”. El especialista subrayó que China “está tomando cada vez más en serio la biología del envejecimiento y la longevidad a nivel institucional y político”, pero matizó que “la intención científica fuerte no garantiza rigor ni éxito en la aplicación. El reto no es solo hacer más, sino hacerlo mejor”.
David Furman, profesor asociado en el Buck Institute de la Universidad de Stanford, consideró que las píldoras chinas “parecen prometedoras”, aunque insistió en la necesidad de ensayos clínicos a gran escala para validar su eficacia. El Buck Institute planea iniciar pruebas para “demostrar la eficacia y validar los hallazgos previos” de Lonvi.
A pesar de las dudas y la mezcla de ciencia y marketing, el mercado de la longevidad en China sigue creciendo, impulsado tanto por la demanda de la población como por el interés de las élites. Yip Tszho, director ejecutivo de Lonvi, resumió el espíritu de la industria al afirmar que las personas adineradas, al igual que el legendario emperador Qin Shi Huang, buscan desafiar los límites de la vida y acercarse, si no a la inmortalidad, al menos a una existencia más prolongada.
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