
El descubrimiento de enigmáticos fósiles en Gabón está desafiando las ideas establecidas sobre el origen de la vida compleja en la Tierra. Bajo la dirección del geólogo y geoquímico Abderrazak El Albani, un equipo de la Universidad de Poitiers halló en 2008 unas rocas negras, cercanas a Franceville, que contenían formas doradas incrustadas en pizarra.
Donde otros veían simples concreciones de pirita, El Albani identificó posibles rastros de organismos multicelulares. Sus análisis sugieren que la multicelularidad pudo haberse desarrollado hace más de 2.000 millones de años, mucho antes del periodo Ediacárico, considerado el origen tradicional de la vida compleja.
Este hallazgo, reportado por Scientific American, señala que los fósiles gaboneses habrían surgido en un momento en el que la mayoría de los sedimentos sufrieron grandes transformaciones por calor y presión.

Sin embargo, las rocas de la cuenca Francevilliana se conservaron de forma excepcional, permitiendo la recuperación de más de 6.000 piezas con estructuras similares a colonias de organismos: formas lobuladas, cadenas, tubos y discos de varios centímetros de diámetro.
Evidencia química y debate científico
Para demostrar la autenticidad biológica de estos restos, el grupo de Poitiers aplicó análisis químicos avanzados. En 2023, se identificó una prevalencia de isótopos ligeros de zinc y una distribución específica de arsénico en las supuestas colonias, lo que suele asociarse con tejidos eucariotas y mecanismos de aislamiento de toxinas.
Además, el entorno se correspondía con un antiguo mar interior, rico en nutrientes y oxígeno tras una gran glaciación, lo que habría favorecido el desarrollo de organismos avanzados.

Pese a la fuerza de estas pruebas, las conclusiones de El Albani generaron un acalorado debate. Paleontólogas como Leigh Anne Riedman y Susannah Porter manifiestan escepticismo: argumentan que la diversidad y asimetría de las formas gabonesas no coincide con fósiles reconocidos y que minerales como la pirita pueden imitar estructuras vivas.
Riedman reconoce la posibilidad de “oasis de oxígeno”, pero duda que los organismos alcanzaran tal tamaño sin otros registros similares. Porter, en tanto, sostiene que demostrar si se trata solo de concreciones enriquecería igualmente la paleontología.
El propio El Albani admite que resulta complicado convencer a la comunidad, pero insiste en que no existe, hasta ahora, una refutación completa de sus hallazgos. El biogeoquímico Ernest Chi Fru respalda la hipótesis: “Me parece que el material de Franceville muestra que la vida compleja pudo haber evolucionado dos veces en la historia”.
Descubrimientos recientes y experimentos de laboratorio

Este hallazgo se suma a otros avances en la comprensión de la vida temprana. En Australia, el paleontólogo Brooke Johnson encontró estructuras en núcleos de perforación de más de mil millones de años que podrían ser colonias eucariotas de tamaño considerable, lo que lo llevó a reconsiderar sus dudas iniciales sobre los hallazgos africanos.
Además, experimentos en el Instituto de Tecnología de Georgia demostraron que la multicelularidad puede surgir rápidamente, ya que levaduras unicelulares formaron agregados en apenas dos años bajo condiciones adecuadas.
Estas líneas de investigación sugieren que la historia de la vida compleja es mucho más diversa y profunda de lo asumido. Sin embargo, distinguir entre fósiles verdaderos y simples formaciones minerales continúa siendo un reto, pues el registro fósil del Proterozoico es escaso y difícil de interpretar.
Implicaciones para la biología evolutiva y la búsqueda de vida

Las secuelas del hallazgo en Gabón traspasan el campo de la paleontología. Si se logran establecer criterios químicos sólidos para diferenciar claramente señales biológicas de procesos inorgánicos, estos métodos podrían aplicarse en la búsqueda de vida fuera de la Tierra.
El Albani y sus colegas analizan similitudes entre los ambientes de Gabón y otros momentos clave, e incluso la NASA detectó en Marte estructuras que recuerdan a fósiles terrestres, aunque actualmente no se descartó que su origen sea puramente mineral.
Mientras tanto, el equipo de Poitiers mantiene expediciones anuales a Gabón para analizar miles de fragmentos de pizarra y encontrar nuevas pistas sobre los orígenes de la vida avanzada.

Como advierte Porter, la interpretación de estos vestigios dependerá siempre de nuevas pruebas: “Todos estamos ofreciendo hipótesis en competencia, que siempre están sujetas a nueva evidencia del registro fósil”.
El descubrimiento alimenta la incógnita de cuántos episodios de vida compleja podrían estar ocultos en la Tierra o incluso en otros mundos. Cada fragmento hallado puede cambiar, para siempre, nuestra comprensión sobre la evolución.
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