
Durante más de 242 millones de años, los lagartos y serpientes dejaron sus huellas en el registro fósil, aunque casi siempre en forma de fragmentos dispersos de mandíbulas y vértebras.
El motivo por el cual estos restos son los que prevalecen ha sido un enigma para la paleontología.
Ahora, un estudio liderado por Hank Woolley del Instituto Dinosaurio del Museo de Historia Natural de Los Ángeles, Estados Unidos arrojó luz sobre ese fenómeno, al analizar en detalle la historia de los escamosos, el grupo de reptiles que incluye lagartos, serpientes y mosasaurios.

Cuantificaron por primera vez el sesgo en la conservación de sus fósiles y publicaron los resultados en la revista Paleobiology, de la editorial de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido.
Según Woolley, “los escamosos son increíblemente adaptables, están ampliamente distribuidos y presentan una diversidad asombrosa a lo largo de toda su historia evolutiva”.
Sin embargo, el investigador advirtió que “la mayoría de las especies fósiles de escamosos se conocen a partir de material esquelético incompleto y fragmentario: mandíbulas y vértebras aisladas”.
Para Woolley, comprender por qué esto ocurre a escala global constituye “un primer paso fundamental para desentrañar los sesgos que han impedido tener una visión clara de la historia de este importante grupo de animales”, opinó.

El trabajo de Woolley se gestó durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus, cuando decidió abordar un proyecto singular: leer cada uno de los artículos científicos que describen fósiles de escamosos a lo largo de sus aproximadamente 240 millones de años de existencia.
“Creo que son casi 500 artículos”, dijo. Esta labor titánica se apoyó en la revolución digital que permitió el acceso global a colecciones digitalizadas y bases de datos.
No obstante, Woolley subrayó que “la única manera de examinar cada hueso descrito y contabilizarlo para determinar la completitud de lo que sabemos sobre una especie de escamoso era acudir directamente a los artículos y a las colecciones de los museos”.
El investigador confía en que estudios como el de su equipo contribuyan a que, en el futuro, la información disponible en línea sea cada vez más exhaustiva.
El objetivo de este análisis exhaustivo fue explorar el concepto de “megasesgos”, es decir, procesos geológicos regionales o globales y factores humanos que influyen en la composición de los datos fósiles.

Woolley explicó que, desde la perspectiva del muestreo humano, los megafiltros pueden incluir “si se han destinado recursos para explorar una región en particular en detrimento de otras, o las asimetrías en el número de científicos que investigan un grupo de organismos”.
Señaló por ejemplo que “los dinosaurios reciben más atención que las criaturas más pequeñas que convivieron con ellos”.
El hallazgo central del estudio es que los principales factores que determinan la completitud de un fósil de escamoso son la resistencia de los propios huesos.
Los huesos más grandes y fusionados resisten mejor la descomposición y la fragmentación a lo largo del tiempo.
También influye el entorno en el que el animal murió y quedó sepultado, como ríos, lagos, desiertos u océanos abiertos.

Woolley y sus colegas concluyeron que “los problemas de muestreo humano, que pueden ser la causa principal de la completitud del registro fósil en otros grupos como los dinosaurios, parecen desempeñar un papel secundario en el caso de los escamosos”.
Contar con una visión tan precisa de la historia de los escamosos a lo largo del tiempo profundo resulta esencial para abordar interrogantes sobre este grupo tan diverso.
Un caso paradigmático es el de los mosasaurios, un grupo extinto de lagartos marinos que posee el registro fósil más completo entre los escamosos.

Woolley mencionó que “los paleontólogos discrepan sobre el lugar que ocupan los mosasaurios en el árbol evolutivo de los escamosos”.
Algunos investigadores piensan que están emparentados con las serpientes, otros con los varanos, y algunas hipótesis los sitúan en una parte completamente diferente del árbol.
Toda esta información, según Woolley, podría facilitar la identificación de vacíos en la historia evolutiva de los mosasaurios.
Comprender los sesgos en las colecciones también puede ayudar a los científicos a dilucidar cómo estos gigantes de los océanos mesozoicos se expandieron por el planeta con tanta rapidez, y cómo otros escamosos, como lagartos y serpientes, lograron sobrevivir a extinciones masivas y prosperar en la actualidad.

Woolley afirma que “entre la historia evolutiva temprana de los grupos y después de los eventos de extinción masiva, este estudio ayuda a identificar lagunas clave en el registro fósil que pueden enseñarnos mucho sobre estos lagartos y serpientes que existen hoy en día”.
El coautor Nathan Smith, director y curador del Instituto Dinosaurio, recordó que el naturalista inglés Charles Darwin en el siglo XIX dedicó un capítulo entero de El origen de las especies a la imperfección del registro fósil.
El nuevo estudio está ayudando a cuantificar esos sesgos y a desentrañar cómo afectan nuestra comprensión de la historia evolutiva de los grandes grupos de vertebrados.