
Un nuevo estudio ha puesto a prueba las habilidades constructivas de las abejas, arrojando luz sobre cómo estos insectos logran levantar panales sólidos y eficientes, incluso cuando las bases son defectuosas. Los panales creados por estos insectos han sido admirados desde hace siglos por su precisión geométrica y su funcionalidad, pero hasta ahora los científicos no entendían completamente de qué manera una colonia elabora estrategias para edificar tales estructuras, especialmente en condiciones adversas.
Un equipo encabezado por Orit Peleg, informática de la Universidad de Colorado en Boulder, decidió investigar cómo las abejas modifican sus métodos cuando los cimientos no son los habituales. Según declara Peleg al New York Times, su objetivo fue “crear rompecabezas imposibles para las abejas”, retando su capacidad de adaptación ante desafíos impensados en la naturaleza.
El experimento: bases artificiales impresas en 3D y rayos X
La investigación se planteó bajo condiciones controladas y desafiantes: Peleg y sus colaboradores fabricaron plataformas de plástico utilizando impresión 3D, replicando patrones hexagonales irregulares para servir de base a los panales. A propósito, las celdas impresas variaban drásticamente en tamaño, desde tan solo tres cuartos del estándar natural de una abeja hasta otras tres veces más grandes. El equipo empleó microscopía de rayos X para examinar en detalle cómo las abejas iban construyendo sobre dichas bases alteradas, permitiendo observar los cambios estructurales y de comportamiento al interactuar con los cimientos inusuales.
Según relatan los autores, el uso de plataformas 3D posibilitó forzar a las abejas a enfrentarse con situaciones inéditas, mientras que la tecnología de rayos X permitió documentar con precisión el proceso de construcción y las innovaciones que surgían ante los obstáculos. Este enfoque experimental abrió una ventana única al entendimiento de la flexibilidad de estos insectos.
Estrategias de adaptación: fusión, inclinación y superposición

El estudio identificó tres tipos principales de respuesta por parte de las abejas ante las bases anómalas. Cuando la plataforma simulaba celdas más pequeñas de lo habitual, las abejas enfrentaron el problema fusionando dichas celdas entre sí, logrando así acercarse al tamaño óptimo para sus crías y almacenamiento de miel. Los investigadores denominaron a esta conducta “fusión”.
En aquellos casos en los que las celdas impresas en 3D duplicaban el tamaño natural, las abejas respondieron levantando las celdas en ángulo. Esta estrategia, referida como “inclinación”, les permitió reducir la abertura de las celdas desde arriba sin renunciar al espacio interior, conservando la funcionalidad del panal pese a la inadecuación de la base.
Ante el reto aún mayor de celdas de hasta tres veces el tamaño normal, las abejas optaron por una solución completamente distinta: construyeron una capa adicional de celdas utilizando esos amplios hexágonos como cimientos. Levantaron una celda sobre cada uno de los seis vértices de la celda impresa, dejando espacio en el centro para la séptima celda. De esta forma, aprovecharon tanto el soporte proporcionado por la base como el espacio disponible, demostrando una notable flexibilidad en su ingeniería colectiva.

En las conclusiones que se publicaron en la revista PLOS Biology el pasado 26 de agosto, Orit Peleg resume este hallazgo señalando que “estos pequeños constructores parecen tener una comprensión intuitiva de la física que subyace a la construcción colectiva”, y agrega que apenas se está empezando a comprender la variedad de estrategias —fusión, inclinación, superposición— que las abejas aplican para satisfacer sus necesidades con gran adaptabilidad.
Debate sobre la coordinación y la cognición en las abejas
Si bien el estudio resalta el ingenio colectivo de las abejas, la coordinación detrás de estas construcciones sigue siendo materia de discusión. Michael L. Smith, biólogo especializado en abejas de la Universidad de Auburn y ajeno al estudio, expresó al New York Times que los hallazgos son “impresionantes”, aunque advierte que el estudio no resuelve cómo las abejas logran coordinarse entre ellas mientras trabajan en conjunto. Para el experto, los comportamientos observados podrían no deberse a una habilidad cognitiva especial, sino estar fuertemente arraigados a nivel instintivo.
“Si quisieras entender si los castores son arquitectos, tendrías que ver si podrían construir un puente, no si podrían construir una presa”, comenta Smith, poniendo en perspectiva la dificultad de atribuir capacidades de planificación avanzada a los animales a partir de observaciones conductuales.
Además de enriquecer la comprensión sobre el comportamiento colectivo de las abejas, los autores piensan que estos resultados pueden influir en otros campos. Proponen que el estudio de las estrategias autoorganizadas e intuitivas de las abejas podría inspirar nuevas líneas de investigación sobre el comportamiento colectivo en animales, así como aplicaciones para la ingeniería y el diseño humano.
Es posible, señalan, que futuras investigaciones analicen cómo las abejas responden a bases con celdas no hexagonales o que comparen su conducta con la de otros animales constructores, lo que podría esclarecer las raíces evolutivas de la edificación colectiva y ofrecer ideas para la arquitectura resiliente.