Cómo los astrónomos lograron mapear la Vía Láctea desde la Tierra

La evolución de las técnicas de observación y los debates científicos han transformado la comprensión de la estructura galáctica y la posición del sistema solar, informa HowStuffWorks

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La Vía Láctea es una
La Vía Láctea es una galaxia espiral que alberga el sistema solar y cientos de miles de millones de estrellas (Imagen Ilustrativa Infobae)

Una franja luminosa cruza el cielo nocturno y ha fascinado a la humanidad desde la antigüedad. Esta banda, conocida como Vía Láctea, es una galaxia espiral que contiene nuestro sistema solar, compuesta por cientos de miles de millones de estrellas, gas, polvo y una cantidad considerable de materia oscura, vinculados por la gravedad. Los avances científicos y tecnológicos han transformado el conocimiento sobre su estructura y composición, explicó HowStuffWorks.

La Vía Láctea aparece ante los observadores como un arco difuso que atraviesa el firmamento, especialmente visible en noches despejadas y en zonas alejadas de la contaminación lumínica. Su denominación proviene de la antigua Grecia: “galaxias kuklos” significaba “círculo de leche”, mientras que los romanos la llamaron “Vía Láctea”.

Durante siglos, se desconocía su verdadera naturaleza, hasta que en 1610 Galileo Galilei utilizó uno de los primeros telescopios y descubrió que el resplandor era generado por la luz de innumerables estrellas agrupadas en nuestra vecindad cósmica. Según HowStuffWorks, este descubrimiento modificó en profundidad la comprensión de la galaxia.

Evolución histórica de los descubrimientos

El estudio de la Vía Láctea supuso grandes retos para los astrónomos, ya que la observan desde su interior. Las primeras generaciones de telescopios captaban solo la luz visible, mientras el polvo interestelar dificultaba la visión, como mirar a través de una tormenta de polvo.

Durante mucho tiempo, se creyó que todas las estrellas del universo pertenecían a la Vía Láctea. La llegada de telescopios más potentes en el siglo XX permitió atravesar la nebulosa y develar que la Vía Láctea es una galaxia con estructura espiral y que nuestro sistema solar no ocupa una posición central.

El avance de los telescopios
El avance de los telescopios en el siglo XX permitió descubrir la estructura espiral de la Vía Láctea (Imagen Ilustrativa Infobae)

En el siglo XVIII, William Herschel y su hermana Caroline emprendieron el conteo de estrellas en más de 600 regiones del cielo. Observaron una densidad mayor hacia la banda galáctica, y Herschel concluyó que la Vía Láctea tenía forma de disco y que el Sol se encontraba cerca del centro.

Décadas más tarde, Jacobus Kapteyn, empleando la técnica del paralaje —que mide el desplazamiento aparente de las estrellas causado por el movimiento terrestre—, estimó un diámetro de 65.200 años luz y ubicó el Sol en el centro. Años después, estas ideas fueron revisadas y corregidas por otros astrónomos.

Harlow Shapley analizó la distribución de cúmulos globulares, agrupaciones esféricas de estrellas localizadas fuera del plano galáctico. Al mapear estos cúmulos y calcular sus distancias utilizando estrellas variables como las RR Lyrae, Shapley estableció que el centro galáctico se encuentra cerca de la constelación de Sagitario y propuso un diámetro mucho mayor para la galaxia.

Este descubrimiento alimentó el debate sobre la naturaleza de las nebulosas espirales. Heber Curtis las consideraba parte de la Vía Láctea, en tanto Shapley las veía como galaxias independientes. La controversia se resolvió cuando Edwin Hubble demostró, gracias al estudio de estrellas variables, que esas nebulosas también eran galaxias externas.

Métodos de observación y estructura de la galaxia

Dada la dificultad de estudia la Vía Láctea desde dentro, los astrónomos desarrollaron nuevos métodos de observación. En la década de 1930, R.J. Trumpler advirtió que el polvo interestelar absorbía la luz e impedía la visión precisa de objetos distantes, haciéndolos parecer más cercanos.

En los años 50, la invención del radiotelescopio facilitó el avance: las ondas de radio emitidas por los átomos de hidrógeno atraviesan el polvo galáctico. Así, se logró cartografiar los brazos espirales con la ayuda de estrellas de tipo O y B, que se caracterizan por ser brillantes, emitir en varias longitudes de onda y permanecer en su región original por su corta vida.

El análisis del espectro luminoso de estas estrellas, mediante el efecto Doppler, permitió determinar sus velocidades y elaborar mapas precisos de la estructura galáctica, señaló HowStuffWorks.

El polvo interestelar dificulta la
El polvo interestelar dificulta la observación precisa de objetos distantes en la galaxia (Imagen Ilustrativa Infobae)

Bajo la clasificación de Hubble, la Vía Láctea se describe como una galaxia espiral, aunque estudios recientes revelan la presencia de una barra central, lo que la define como espiral barrada. Su diámetro alcanza los 100.000 años luz, y el Sol se encuentra a 28.000 años luz del centro, dentro del Brazo de Orión.

El disco galáctico alberga tanto estrellas jóvenes como antiguas, junto a grandes cantidades de gas y polvo, y se organiza en núcleo, bulbo y brazos espirales que se extienden hacia el exterior. Además del Brazo de Orión, destacan Perseo, Sagitario y Scutum-Centaurus.

Por encima y debajo del disco, orbitan varios cientos de cúmulos globulares. Estas agrupaciones contienen estrellas significativamente más antiguas y con casi ausencia de gas y polvo, describiendo trayectorias elípticas en torno al centro galáctico y en diversas direcciones.

Alrededor de todo el sistema, el halo se constituye de gas caliente, materia oscura y estrellas viejas. Los estudios sobre la rotación galáctica revelaron que la mayor parte de la masa se encuentra precisamente en este halo, apoyando la existencia dominante de materia oscura.

La influencia gravitatoria de la Vía Láctea se extiende a dos galaxias satélite: la Gran Nube de Magallanes, cuyo diámetro es de 14.000 años luz y está situada a 163.000 años luz de distancia, y la Pequeña Nube de Magallanes. Ambas orbitan la galaxia y pueden perder material debido a interacciones gravitacionales.

Técnicas de medición y magnitud cósmica

El Sol sirve como referencia
El Sol sirve como referencia para calcular la masa total de la Vía Láctea dentro de su órbita (Imagen Ilustrativa Infobae)

Para medir distancias y movimientos dentro de la Vía Láctea, los astrónomos utilizan diversos métodos. El paralaje resulta adecuado para estrellas cercanas; para objetos lejanos se establece la distancia partiendo de la relación entre luminosidad y distancia, empleando instrumentos como fotómetros.

Las estrellas variables, como las Cefeidas y las RR Lyrae, representan referencias esenciales para estas mediciones. El efecto Doppler permite conocer la velocidad y sentido de los movimientos estelares, en función del desplazamiento espectral hacia el azul (acercamiento) o rojo (alejamiento).

El cálculo del número de estrellas se basa en la masa total de la galaxia, determinada utilizando la velocidad orbital de objetos como el Sol y las leyes de Newton y Kepler. Dentro de la órbita solar, la masa de la Vía Láctea equivale a 100.000 millones de masas solares.

Teniendo en cuenta las regiones más alejadas, se estima que la galaxia contiene 200.000 millones de estrellas, una cifra que dimensiona la magnitud de nuestro hogar en el universo.

La comprensión de la Vía Láctea avanza día a día, impulsada por la observación, la tecnología y la necesidad humana de explorar el entorno cósmico.