
El acero y plomo de épocas pasadas, extraídos de naufragios y yacimientos arqueológicos, se volvió esencial para ciertos experimentos científicos debido a su bajo nivel de radiactividad. Estos materiales, fabricados antes de la era nuclear, permiten reducir al mínimo las interferencias en investigaciones sensibles como la detección de materia oscura.
Sin embargo, su creciente demanda inició un debate sobre la protección del patrimonio histórico y el saqueo de restos arqueológicos. La revista Science Focus informó que esta paradoja surge de los efectos de las pruebas nucleares realizadas desde 1945, que contaminaron de forma permanente el ambiente y los materiales industriales modernos.
Efecto de las pruebas nucleares en los materiales
La detonación de la primera bomba atómica en 1945 dio inicio a una era en la que la atmósfera terrestre fue alterada por 528 explosiones nucleares. De acuerdo con un informe oficial de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), estas pruebas dispersaron radionúclidos como el cesio-137 y el estroncio-90, afectando incluso el aire utilizado para fabricar acero.
Aunque la radiactividad ambiental se redujo desde el cese de los ensayos atmosféricos en 1963, los niveles residuales siguen siendo suficientes para afectar la precisión de experimentos altamente sensibles. Por esta razón, los científicos recurren a materiales fabricados antes de 1945, cuando no existía aún contaminación de origen nuclear.

Materiales históricos al servicio de la ciencia
El acero bajo en radiactividad, obtenido de barcos hundidos antes o durante la Segunda Guerra Mundial, es ideal para la fabricación de detectores de partículas. Science Focus destacó que algunos de estos materiales provienen de los 52 acorazados alemanes hundidos en las costas de Orkney (Escocia), cuya composición libre de contaminación moderna los hace valiosos para la ciencia.
Otro material codiciado es el plomo romano, que perdió gran parte de su radiactividad natural por haber sido procesado hace siglos. Este tipo de plomo se utiliza como blindaje en laboratorios donde incluso la mínima radiación puede afectar los resultados.

Controversias por el saqueo de naufragios
La extracción de materiales históricos generó conflictos éticos y legales. En 2017, se había reportado el saqueo de hasta 40 barcos de guerra en aguas de Asia, realizados por buzos en busca de acero antiguo. Esta práctica fue condenada por historiadores y veteranos, quienes consideran estos barcos como tumbas de guerra y parte del patrimonio mundial.
También existen casos de colaboración científica regulada. En 2010, el Museo Arqueológico Nacional de Italia entregó 120 lingotes de plomo romano al Instituto Nacional de Física Nuclear, con el objetivo de usarlos en experimentos técnicos. A través de este tipo de acuerdos se busca equilibrar la protección del patrimonio con los avances tecnológicos.
Aunque, la creciente demanda generó un mercado en el que convergen intereses científicos, económicos y arqueológicos. La falta de normativas internacionales claras deja a muchos de estos sitios expuestos al saqueo y a la explotación sin control.
Debate ético y necesidad de regulación
La utilización de acero y plomo antiguos plantea un dilema entre el respeto al patrimonio histórico y las necesidades de la investigación científica. Para muchos especialistas, estos restos no solo son recursos físicos, sino también testimonios de la historia y espacios conmemorativos. En contraste, la comunidad científica sostiene que ciertos materiales son insustituibles para estudios que podrían transformar la comprensión del universo.
El caso italiano representa un modelo de cooperación institucional que podría replicarse en otros contextos. Sin embargo, mientras persistan vacíos legales y falta de regulación, el conflicto entre ciencia y patrimonio continuará.

Riesgos de la radiactividad y protección
La radiactividad, pese a ser invisible, representa un riesgo para la salud y el medio ambiente. Según la EPA, los efectos dependen del tipo y la dosis de exposición, sumado a que pueden manifestarse tras la inhalación, ingestión o el contacto con materiales contaminados.
Frente a este contexto, la protección radiológica moderna se basa en minimizar la exposición a través del tiempo, la distancia y el blindaje, siendo este último el motivo principal para emplear materiales como el plomo romano.
A pesar de la reducción de la radiactividad ambiental desde el fin de las pruebas nucleares, la vigilancia sigue siendo fundamental. La red de monitoreo RadNet confirmó que los niveles actuales están por debajo de los umbrales regulatorios, aunque los investigadores continúan demandando materiales con radiactividad indetectable.

Ciencia y patrimonio: una convivencia posible
La necesidad de materiales históricos como el acero bajo en radiactividad y el plomo romano revalorizó restos arqueológicos que, en otras circunstancias, permanecerían intactos. Según difundió Science Focus, los acuerdos entre museos y centros científicos permiten un uso responsable de estos recursos.
Al mismo tiempo, la EPA enfatiza la importancia de mantener altos estándares de protección radiológica y regulación internacional para evitar que los avances científicos se logren a costa del patrimonio cultural y la memoria histórica.