
El hallazgo de un conjunto de huellas fósiles en el sureste de Australia no solo sorprendió a los científicos por su estado de conservación, sino que abrió un inesperado capítulo en la historia de la evolución animal y su anticipado paso por la Tierra.
Las marcas, impresas sobre una losa de arenisca de 50 centímetros, no se parecen a nada que se haya visto antes: muestran dedos largos, curvos y terminados en garras.
Según el estudio publicado esta semana en la revista Nature, estas pisadas pertenecen a un amniota primitivo, un antepasado directo de los reptiles modernos. La sorpresa no termina ahí: fueron hechas hace unos 356 millones de años, lo que adelantaría el origen de este linaje en al menos 35 millones de años.

La pieza fue descubierta por dos paleontólogos aficionados en la Formación Snowy Plains, en el estado australiano de Victoria. Los científicos que analizaron el fósil sostienen que no se trata de cualquier huella.
Serían las más antiguas jamás encontradas con marcas de garras y, si su interpretación es correcta, ponen en duda la cronología que durante décadas organizó la evolución de los tetrápodos, el gran grupo de animales vertebrados terrestres al que pertenecen los reptiles, los anfibios, las aves y los mamíferos.
Hasta ahora se creía que los amniotas —los primeros vertebrados terrestres capaces de reproducirse fuera del agua gracias a un huevo con membranas protectoras— aparecieron hace unos 320 millones de años, en el Carbonífero tardío. Pero este descubrimiento sitúa sus primeras huellas unos 40 millones de años antes, en el Carbonífero temprano, justo en la frontera con el Devónico, una época dominada por extraños peces con patas como el famoso Tiktaalik.
“Una sola placa con huellas, que una sola persona puede levantar, pone en tela de juicio todo lo que creíamos saber sobre la evolución de los tetrápodos modernos”, afirmó Per Ahlberg, paleontólogo de la Universidad de Uppsala y uno de los autores del estudio. Ahlberg no disimula su asombro, ni tampoco lo hace Grzegorz Niedźwiedzki, también de la Universidad de Uppsala: “Cuando vi este ejemplar por primera vez, me sorprendí mucho. A los pocos segundos vi que había marcas de garras claramente conservadas”.
Lo que distingue a estas huellas de otras del mismo período es la presencia de garras, una característica exclusiva de los amniotas primitivos, según los especialistas.
“Las garras están presentes en todos los amniotas primitivos, pero casi nunca en otros grupos de tetrápodos”, explica Ahlberg. Por eso, la forma de las patas y los arañazos en la piedra sugieren que el animal que las dejó no fue un anfibio, sino un reptil primitivo que ya había roto el vínculo evolutivo con los ambientes acuáticos. El hallazgo no solo redefine las fechas, también obliga a revisar la dinámica del proceso que llevó a estos animales del agua a la tierra, de acuerdo al planteo de los expertos.

¿Una nueva línea en el tiempo evolutivo?
Los tetrápodos surgieron como una rama derivada de peces que desarrollaron extremidades para moverse en entornos costeros, y eventualmente en tierra firme. Este salto evolutivo ocurrió durante el Devónico, hace más de 370 millones de años, y marcó uno de los episodios más transformadores en la historia de la vida sobre la Tierra.
La colonización terrestre no fue un evento repentino, sino una larga transición con múltiples formas intermedias. A partir de estos primeros exploradores terrestres se diversificaron los linajes que hoy conocemos como anfibios y amniotas. Pero la separación entre ambos no estaba bien definida en el registro fósil.
Se creía que el nodo evolutivo donde se bifurcaron los ancestros de los anfibios y de los reptiles modernos ocurrió hace unos 355 millones de años. El hallazgo de las huellas australianas refuerza esta hipótesis, pero también indica que los amniotas ya caminaban sobre tierra firme poco después de ese punto, lo que implica que su evolución fue más rápida de lo que se pensaba.

En total, la losa contiene dos conjuntos de huellas. El animal que las dejó medía, según estimaciones de los investigadores, unos 80 centímetros de largo, aunque no se conocen restos óseos de su cuerpo.
Esta ausencia de fósiles corporales convierte a las huellas en el único testimonio de su existencia, pero su nitidez y detalle son suficientes para sostener que tenía dedos bien desarrollados, adaptados para moverse en tierra, y garras que indican una vida completamente terrestre. Esta adaptación contrasta con los anfibios, que aún dependen del agua para reproducirse.
“Las implicaciones de este descubrimiento para la evolución temprana de los tetrápodos son profundas”, dijo John Long, paleontólogo de la Universidad Flinders en Australia y coautor del trabajo. La losa descubierta no solo representa el fósil de huellas de amniota más antiguo conocido, sino que constituye el único registro fósil de este tipo en todo el supercontinente de Gondwana para ese período.

Este punto es clave. Gondwana fue un gigantesco bloque continental que incluía lo que hoy conocemos como América del Sur, África, India, la Antártida y Australia. Su registro fósil del Carbonífero temprano es escaso, por eso la losa australiana tiene un valor excepcional”, detalló Ahlberg. “¿Quién sabe qué más vivió allí?”.
El estudio publicado en Nature también presenta nuevas huellas fósiles de reptiles encontradas en Polonia. Aunque no son tan antiguas como las de Australia, refuerzan la idea de que los amniotas ya se habían diversificado mucho antes de lo que se creía. El hallazgo conjunto sugiere que la historia evolutiva de estos vertebrados se desarrolló en paralelo en distintas regiones del planeta.
Para precisar estas fechas, los autores combinaron datos fósiles con información genética de animales actuales. “Todo se reduce a la longitud relativa de las diferentes ramas del árbol”, explica Ahlberg.

"En un árbol genealógico basado en datos de ADN de animales vivos, las ramas tendrán diferentes longitudes, lo que refleja el número de cambios genéticos a lo largo de cada segmento. Esto no depende de los fósiles, por lo que resulta muy útil para estudiar las fases de la evolución con un registro fósil deficiente”, agregó.
Al proyectar estos datos sobre una escala de tiempo, los investigadores concluyen que el nodo evolutivo del que surgieron los tetrápodos modernos es aún más antiguo que las huellas descubiertas. Esto significa que ya existía una diversidad de formas terrestres en el Devónico, una época que hasta ahora solo se asociaba con los “pezápodos” de transición. El famoso Tiktaalik, por ejemplo, vivió hace unos 375 millones de años y presenta características de pez y de animal terrestre, como aletas con huesos similares a los de una extremidad.
Las huellas encontradas en Victoria demuestran que en ese mismo margen temporal ya existían tetrápodos avanzados. No eran simples animales arrastrándose por charcas fangosas, sino criaturas con garras y estructuras óseas complejas, capaces de caminar por tierra y dejar impresiones duraderas en el barro que, millones de años después, contarían su historia.

Este cambio de perspectiva obliga a revisar muchas certezas. Si los reptiles ya caminaban por la tierra hace 356 millones de años, entonces el proceso que los llevó desde ambientes acuáticos a terrestres no solo fue más veloz, sino también más complejo y extenso de lo que se pensaba. No hubo un único salto, sino una sucesión de pequeños pasos que distintos grupos dieron en distintos lugares del planeta, algunos de los cuales recién ahora empezamos a descubrir.
Para los investigadores, este hallazgo es apenas el comienzo. “Los descubrimientos más interesantes están por venir y aún queda mucho por descubrir en el campo. Estas huellas de Australia son solo un ejemplo de ello”, dice Niedźwiedzki.
Las pisadas fosilizadas de un animal sin nombre revelan que los orígenes de los reptiles y, por extensión, de las aves y los mamíferos, están más lejos en el tiempo de lo que pensábamos. Con apenas 50 centímetros de roca, los científicos abrieron una ventana hacia un mundo remoto. Uno donde una criatura caminó por la orilla de un lago y dejó las primeras huellas de una historia que hoy seguimos escribiendo.