Desde su estreno el 30 de abril, la serie El Eternauta no solo triunfó en las pantallas de los argentinos, sino que cautivó a audiencias de todo el mundo. Basada en la icónica novela gráfica argentina de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, la producción encabeza las listas de los shows de habla no inglesa más vistos en Netflix. Esta adaptación resalta no solo la calidad del relato original, sino también la destreza del director Bruno Stagnaro, quien aprovechó su conexión personal y profesional con este universo para lograr una narrativa visual extraordinaria.
La serie explora temas como la radiación cósmica y la inversión de polos magnéticos. Estos conceptos, aunque forman parte de la ficción, se basan en principios científicos reales.
La magnetosfera terrestre y los cinturones de Van Allen
La Tierra está rodeada por un campo magnético masivo conocido como la magnetosfera, una región que la distingue de otros cuerpos rocosos como Marte y Venus. Generada por las dinámicas en el núcleo terrestre, protege al planeta de las partículas cargadas proveniente del viento solar y la radiación cósmica. “Estas partículas atrapadas forman dos cinturones de radiación, conocidos como Cinturones de Van Allen, que rodean la Tierra como enormes rosquillas”, explican desde la NASA. Estas estructuras funcionan como un escudo al desviar material dañino para que no logre alcanzar la superficie terrestre.
En el contexto de la serie, se presenta la posibilidad de una falla en esta barrera natural, según hipotetizó el personaje Alfredo “Tano” Favalli, interpretado por César Troncoso, quien es ingeniero. En la narrativa se sugiere que una inversión de los polos magnéticos resultó en un colapso de estos cinturones. Esto habría causado que partículas radiactivas caigan sobre la Tierra en forma de nieve tóxica, característica de esta historia.

Mientras que la trama es totalmente ficticia, el concepto de perturbaciones en el campo magnético terrestre tiene bases reales. Un ejemplo destacado fue Starfish Prime de 1962, una prueba nuclear llevada a cabo a gran altitud que generó espectaculares auroras artificiales sobre Hawaii y causó daños a satélites debido a la dispersión de partículas radiactivas.
Este incidente pone de manifiesto los riesgos concretos asociados con las explosiones nucleares y sus efectos sobre el entorno terrestre, como apagones y fallas en sistemas de comunicación, lo que sirve como punto de contacto entre la realidad y las amenazas exploradas en la ficción de El Eternauta.
Inversiones de los polos magnéticos
El fenómeno de la inversión de los polos magnéticos, por el cual los polos norte y sur intercambian posiciones, es un evento real y documentado en el registro geológico del planeta. Esto es representado en la serie a partir de brújulas que no funcionan y, por ende, no son capaces de indicar correctamente el norte.

Aunque la ficción puede dramatizar estos eventos, los registros paleomagnéticos, conformados por evidencias geológicas que capturan las orientaciones del campo magnético terrestre en rocas antiguas, sugieren que las inversiones de polos suceden periódicamente a lo largo de miles o incluso millones de años, sin consecuencias inmediatas para la vida en la Tierra. Durante estos acontecimientos, “el campo magnético se debilita, pero no desaparece por completo”, resaltan desde la NASA.
“La magnetosfera, junto con la atmósfera terrestre, sigue protegiendo nuestro planeta de los rayos cósmicos y las partículas solares cargadas, aunque puede haber una pequeña cantidad de radiación particulada que llegue a la superficie terrestre”, añaden los expertos de la agencia espacial estadounidense. La serie utiliza este concepto para amplificar la trama al sugerir que una inversión repentina podría debilitar la magnetosfera lo suficiente como para permitir un desastre de magnitudes incalculables.
Fenómenos de precipitación radiactiva

Además de las explicaciones relacionadas con los cambios magnéticos, El Eternauta aborda los peligros de la radiación a través de la nieve que mata al entrar en contacto con cualquier ser terrestre. Este fenómeno ficticio, y llevado a un extremo, podría remitir a eventos reales causados por pruebas nucleares, como las lluvias radiactivas.
“La detonación de armas nucleares en la superficie envía materiales radiactivos a la atmósfera hasta 80 kilómetros de altura. Las partículas grandes caen al suelo cerca del lugar de la explosión, pero las partículas más ligeras y los gases viajan a la atmósfera superior. Las partículas que son arrastradas a la atmósfera y caen de vuelta a la Tierra se denominan lluvia radiactiva”, manifiestan desde la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA).
El Eternauta logra mezclar exitosamente elementos de realidad científica y ficción para construir una narrativa que invita a la reflexión sobre la vulnerabilidad humana frente a los fenómenos naturales y tecnológicos. Las licencias creativas sirven para destacar la importancia de entender estos procesos y sus potenciales efectos en el mundo actual.
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