
La capacidad de mover las orejas, un gesto que muchos consideran un simple truco curioso, podría tener implicaciones más profundas de lo que parece. Según el neurocientífico Jerome Maller, de la Universidad de Monash en Australia, esta habilidad podría desempeñar un papel en la rehabilitación de personas que han sufrido accidentes cerebrovasculares o lesiones cerebrales traumáticas. Maller sostiene que el movimiento de las orejas, al requerir un control consciente y complejo, podría estimular la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales.
Esta hipótesis, publicada en la revista Medical Hypotheses, plantea que lo que alguna vez fue una herramienta evolutiva para la supervivencia podría convertirse en un recurso terapéutico en el futuro.
De acuerdo con el medio especializado Popular Science, aproximadamente el 20% de las personas tienen la capacidad de mover una o ambas orejas de manera consciente. Este movimiento es posible gracias a los músculos auriculares, un grupo de tres músculos que conectan la oreja externa con el cráneo y el cuero cabelludo.
Cada uno de estos músculos tiene una función específica: el auricular anterior permite mover la oreja hacia adelante, el auricular superior la eleva ligeramente y el auricular posterior la desplaza hacia atrás. Sin embargo, aunque todos los seres humanos poseen estos músculos, la mayoría no puede activarlos de forma voluntaria. Esto se debe a que las vías neuronales que controlan estos músculos no están bajo control consciente en la mayoría de las personas.
¿Es la genética la clave para mover las orejas?

La capacidad de mover las orejas ha sido objeto de estudio desde hace décadas, pero su origen genético no es tan claro como podría pensarse. Un estudio realizado en 1949 reveló que, aunque muchas personas con esta habilidad tenían al menos un progenitor que también podía hacerlo, no siempre era así. En cinco de los 24 casos analizados, ninguno de los padres poseía esta capacidad, lo que sugiere que no sigue un patrón de herencia dominante como otros rasgos genéticos, como el color de ojos o la capacidad de enrollar la lengua. Si este fuera un rasgo dominante, sería mucho más común en la población.
Además de la genética, el control consciente de los músculos auriculares parece depender de la forma en que el cerebro está conectado. Según Popular Science, estos músculos están controlados por el nervio facial, pero en la mayoría de las personas, las vías neuronales que los activan no están diseñadas para ser controladas de manera voluntaria. Esto explica por qué solo una minoría de la población puede realizar este movimiento.
Diferencias de género y estadísticas sobre el movimiento de las orejas
Un pequeño estudio realizado en 1995, que incluyó a 204 hombres y 238 mujeres, encontró que el género podría influir en la capacidad de mover las orejas. Según los resultados, el 22% de los participantes podía mover una oreja, mientras que el 18% podía mover ambas al mismo tiempo. Sin embargo, los hombres mostraron una mayor capacidad para mover ambas orejas simultáneamente en comparación con las mujeres. Aunque estos datos son interesantes, no se han realizado investigaciones más amplias para confirmar esta tendencia o explorar sus causas.
Un vestigio evolutivo con un propósito perdido

En el reino animal, la capacidad de mover las orejas tiene un propósito claro: mejorar la audición. Animales como perros, gatos y monos utilizan este movimiento para localizar sonidos, lo que les ayuda a detectar depredadores o presas. Sin embargo, en los seres humanos, esta habilidad ha perdido su utilidad práctica a lo largo de millones de años de evolución. Según Popular Science, los músculos auriculares se han debilitado y ahora se consideran una característica vestigial, es decir, un remanente evolutivo que ya no cumple una función esencial.
A pesar de su aparente inutilidad, algunos expertos creen que esta habilidad podría tener beneficios inesperados. Jerome Maller sugiere que practicar el movimiento de las orejas podría ayudar a reparar o regenerar vías cerebrales dañadas, gracias a la estimulación de la neuroplasticidad. Este concepto se basa en la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizarse en respuesta a nuevas experiencias, aprendizajes o lesiones. Según Maller, mover las orejas requiere un nivel de control consciente que podría ser más efectivo para promover la neuroplasticidad que otros movimientos más simples y repetitivos.
¿Es posible aprender a mover las orejas?
Aunque la mayoría de las personas no puede mover las orejas de manera consciente, algunos informes anecdóticos sugieren que esta habilidad puede desarrollarse con práctica. Según Popular Science, el entrenamiento frente a un espejo podría ayudar a activar los músculos auriculares y las vías neuronales necesarias para realizar este movimiento. Esto se debe a que los músculos y nervios responsables ya están presentes en todos los seres humanos, aunque no estén bajo control consciente en la mayoría de los casos.
Si bien la teoría de Maller sobre el uso terapéutico del movimiento de las orejas aún no ha sido probada, abre la puerta a nuevas posibilidades en el campo de la rehabilitación neurológica. Lo que alguna vez fue una herramienta evolutiva para la supervivencia podría convertirse en una técnica innovadora para ayudar a las personas a recuperarse de lesiones cerebrales. Por ahora, esta habilidad sigue siendo un misterio fascinante que combina genética, neurociencia y evolución en un gesto aparentemente trivial.