La banda criminal Los Lobos emerge nuevamente como el principal actor detrás de la ola de atentados con coches bomba que sacude al Ecuador. Según una investigación de Primicias, cuatro de los cinco casos judicializados por el uso de vehículos explosivos desde 2018 apuntan directamente a esta organización narcoterrorista, que ha pasado de dominar cárceles y rutas del narcotráfico a ejecutar ataques terroristas en zonas urbanas.
El episodio más reciente se registró el 14 de octubre en Guayaquil, cuando una camioneta explotó frente al edificio 100 Business Plaza, ubicado en el complejo Ciudad del Sol, frente al centro comercial Mall del Sol. El estallido dejó un muerto y 28 heridos, además de una onda expansiva que destruyó ventanales en un radio de 150 metros. Según las primeras investigaciones, el ataque fue una represalia por las operaciones militares que el Gobierno ejecutó un día antes en campamentos de minería ilegal controlados por la organización en Imbabura.
La Policía identificó que el vehículo utilizado en Guayaquil tenía placas falsas y contenía explosivos de tipo emulsión —combinación de combustibles líquidos empleada en minería ilegal—, manipulados mediante un mecanismo de activación con celulares. Un segundo coche bomba no llegó a detonar por un fallo en el sistema electrónico. Los investigadores creen que el grupo usó explosivos provenientes de minas clandestinas bajo su control, lo que confirma la expansión de su economía criminal hacia la minería de oro y la capacidad logística de la banda para trasladar materiales de alto poder destructivo.
Los archivos judiciales revisados por Primicias demuestran que la participación de Los Lobos en atentados de este tipo no es nueva. En abril de 2022, un coche bomba explotó frente a la Penitenciaría del Litoral; las escuchas telefónicas vincularon al procesado Nixon Maiber Mera Loor con la banda, en coordinación con Los Tiguerones. Un año después, en agosto de 2023, otra camioneta cargada con cilindros de gas estalló frente al edificio del Servicio Nacional de Atención Integral (SNAI) en Quito. Seis personas fueron sentenciadas y la evidencia digital incautada incluía símbolos de Los Lobos en sus teléfonos.
El patrón se repitió en enero de 2024, cuando la Fiscalía frustró un plan para detonar tres coches bomba en Ibarra, también atribuido al grupo armado. Según el expediente judicial, los mensajes interceptados mostraban una amenaza directa contra el presidente Daniel Noboa: “Si nos quieres dar guerra, te vamos a dar la guerra, y nosotros tenemos más medios”.
Esa advertencia parece haberse concretado en los atentados de 2025. Guayaquil se ha convertido en el epicentro de esta escalada con al menos cinco incidentes en el año, cuatro de ellos en el último mes. El 13 de marzo, un coche bomba explotó junto a la Penitenciaría del Litoral y mató a un guía penitenciario; el 26 de septiembre, otro estalló en la cárcel Regional; y el 9 de octubre, la Policía desactivó un artefacto similar antes de su detonación. Todos estos hechos, según las autoridades, siguen la misma línea operativa: vehículos robados, explosivos mineros, mechas lentas y apoyo de células urbanas asociadas a Los Lobos.
El grupo —catalogado como organización terrorista por el Estado ecuatoriano— ha diversificado sus métodos. Un reportaje previo de Infobae reveló que Los Lobos sellaron alianzas con facciones disidentes de los Chone Killers y de los Tiguerones, con el objetivo de controlar territorios estratégicos en Guayas, Los Ríos y Manabí. Esta red criminal, descrita por la GI-TOC como “una confederación armada de múltiples economías ilegales”, mezcla el tráfico de drogas con extorsión, minería y control carcelario.
El uso de coches bomba refuerza una tendencia global que el crimen organizado ecuatoriano está replicando: emplear tácticas terroristas para alterar la percepción de seguridad, castigar operaciones estatales y sembrar terror mediático.