
“Yo en 40 años de profesión nunca he elegido los contenidos de los programas que he presentado”, declaró Terelu Campos durante la última emisión televisiva que analizó el conflicto familiar entre Carlo Costanzia padre y la exmodelo Mar Flores. De acuerdo con el medio responsable de la cobertura, estas palabras marcaron su desmarque público respecto a la selección de temas polémicos relacionados con la vida privada de figuras públicas, especialmente cuando influyen en niños o adolescentes sin capacidad de respuesta en espacios mediáticos.
Según publicó el mismo medio, la controversia se centró en la intervención de Carlo Costanzia padre, quien comunicó su intención de iniciar acciones judiciales contra Mar Flores tras la publicación de las memorias de la exmodelo y las declaraciones realizadas por ella en diversos medios de comunicación. Este evento sirvió como detonante para una discusión más amplia sobre las consecuencias de exponer conflictos familiares mediante la televisión, especialmente debido al impacto potencialmente duradero en los descendientes de los involucrados principales.
Durante la transmisión, detalló el canal, los colaboradores y especialistas invitados mantuvieron un debate en torno a la responsabilidad editorial de los medios ante la divulgación de asuntos familiares que, aunque tienen carácter noticioso por involucrar a personajes conocidos, afectan el bienestar de menores de edad. El reportaje reflejó la preocupación común sobre los riesgos que implica la exposición recurrente de menores, quienes suelen convertirse en parte de la narrativa pública de forma involuntaria.
Campos expresó de manera reiterada su desagrado por la presión recibida antes y después del programa, explicando que no influyó en la invitación a Carlo Costanzia padre ni en la elección del tema que se abordó en la emisión. Según consignó el medio, sostuvo que, de haber tenido poder de decisión, habría preferido no dar espacio televisivo a la polémica derivada de las memorias de Mar Flores para evitar daños a terceros, en particular a los hijos de los protagonistas del conflicto.
El canal ejemplificó los desafíos que enfrentan los presentadores cuando se encuentran ante relatos familiares complejos sin contar con la aprobación de todas las partes implicadas. La viralidad de los pasajes más controvertidos del libro de Mar Flores y la seriedad de los señalamientos realizados por Costanzia padre pusieron en evidencia los dilemas éticos y profesionales a los que se enfrenta la industria televisiva en la cobertura de la vida privada de figuras públicas. Según recalcó la cobertura periodística, la línea divisoria entre el interés legítimo del público y la protección de la intimidad familiar resulta difícil de delimitar en situaciones de alta notoriedad mediática.
De acuerdo con lo reportado por el medio, a lo largo de la emisión se remarcó la necesidad de establecer mecanismos eficaces para resguardar la privacidad de menores y allegados, puesto que su exposición indeseada en relatos de trascendencia mediática puede profundizar su vulnerable situación emocional y social. Expertos y colaboradores analizaron los posibles daños intergeneracionales y abogaron por la instauración de protocolos editoriales que prioricen la protección de la infancia y la adolescencia frente al interés informativo o de entretenimiento.
El desarrollo de la polémica entre Costanzia padre y Mar Flores ilustró, según expuso el canal, cómo la visibilidad de los protagonistas amplifica la repercusión y los efectos colaterales de este tipo de disputas, que superan el ámbito familiar para instalarse en el debate público. Se concluyó que la presión sobre los familiares de personas expuestas mediáticamente requiere una revisión profunda sobre la conveniencia de convertir estos episodios en material de debate o entretenimiento televisivo, especialmente cuando involucran a menores sin voz propia en la conversación.
El medio subrayó que la televisión, en calidad de generadora de relatos familiares, puede contribuir a la perpetuación y agravamiento de los conflictos cuando estos se transforman en temas recurrentes en la pantalla. Por este motivo, los panelistas coincidieron en la necesidad de evaluar el alcance de los protocolos editoriales actuales y la pertinencia de establecer barreras más estrictas que limiten la exposición mediática de personas no protagonistas y protejan el desarrollo emocional y social de los menores.
Durante la última parte de la emisión, se abordó la demanda de reforzar las normas y procedimientos internos en los canales de televisión para anticipar y mitigar los posibles efectos negativos de la difusión de información privada. El análisis del espacio incluyó la revisión de la carga emocional experimentada no solo por los aludidos directos sino también por familiares cercanos, quienes se ven involucrados en temas polémicos sin haber solicitado ese nivel de notoriedad.
El canal profundizó en la función de los medios de comunicación al exponer relatos relacionados con la dinámica interna de familias conocidas, advirtiendo que la reiteración mediática puede originar daños sociales y personales considerables en aquellos no acostumbrados ni preparados para el escrutinio público. El programa incentivó la reflexión sobre la responsabilidad de los profesionales de la información al valorar el potencial impacto sobre la vida privada de menores cuyos nombres terminan asociados a conflictos familiares de escala pública.
Según documentó el medio, la transmisión promovió la revisión y actualización de los protocolos editoriales vigentes en la televisión, con el objetivo de minimizar los efectos nocivos y preservar la integridad de los menores y allegados que puedan verse afectados por la atención masiva derivada de historias privadas llevadas al ámbito mediático.


