Miles de personas vuelven a marchar por las calles de Manila contra la corrupción

El liderazgo de figuras religiosas y víctimas de desastres ha impulsado un reclamo nacional, con participación inédita de sectores sociales y presión creciente para que se sancione a implicados en el presunto desvío masivo de recursos destinados a infraestructura

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Víctimas de recientes tifones en Filipinas tomaron un rol central en las manifestaciones masivas que recorren Manila, acompañadas de autoridades municipales de las regiones más afectadas, según documentó la prensa local. Estas personas, directamente impactadas por desastres naturales recientes, lideraron junto a figuras religiosas la exigencia de que los compromisos estatales para obras hidráulicas y reparación de viviendas se activen sin demoras. En medio de este contexto, la protesta nacional se ha expandido al incorporar actores sociales que anteriormente no participaban y que, ahora, reclaman justicia y transparencia ante el presunto desvío de más de 600.000 millones de pesos filipinos —casi 9.000 millones de euros—, suma presuntamente sustraída de fondos dirigidos a la prevención de desastres y a la infraestructura pública.

Tal como reportó la prensa filipina, la movilización reciente se vio transformada por la presencia inédita de líderes religiosos en la primera línea de las manifestaciones, especialmente la del cardenal Pablo Virgilio David, presidente de la Conferencia Episcopal Católica de Filipinas. Este acompañamiento amplificó el alcance de la llamada “Marcha del Billón de Pesos”, desarrollada en coincidencia con el aniversario 162 de Andrés Bonifacio. La consecuencia directa de este apoyo eclesiástico fue la ampliación de la base de participantes, originando un movimiento con dimensiones pocas veces vistas en la historia reciente del país.

Según detallaron distintos medios filipinos, la causa inmediata del movimiento fue la denuncia pública del presunto manejo irregular de un fondo monumental dedicado principalmente a la mitigación de inundaciones, un asunto que resurgió tras los daños que ocasionaron los tifones Kalmaegi y Fung-wong. Las revelaciones sobre los desvíos provocaron una serie de movilizaciones en las ciudades más afectadas por las tormentas, donde residentes y autoridades demandan soluciones rápidas y efectivas a las promesas incumplidas del gobierno en torno a la prevención y respuesta ante catástrofes.

Las investigaciones preliminares, recogidas por la prensa local, identificaron al menos a 37 individuos presuntamente implicados entre altos funcionarios parlamentarios y empresarios vinculados a la construcción. Los informes periodísticos sostienen que los contratos asignados para proyectos de infraestructura presentaron múltiples irregularidades, puesto que muchas de las obras quedaron inconclusas, resultaron defectuosas o simplemente nunca se construyeron. Estos hechos revelaron una onda expansiva de deficiencias en los mecanismos de control y fiscalización pública.

El efecto directo de estas fallas administrativas, según los medios filipinos, se tradujo en un aumento significativo de fallecimientos y pérdidas materiales, especialmente porque muchas infraestructuras hídricas indispensables para la protección frente a inundaciones no estuvieron listas en el momento en que se necesitaban. En consecuencia, la falta de respuestas y la percepción generalizada de impunidad intensificaron el clima de insatisfacción social, mientras que el escepticismo ante la gestión gubernamental terminó de desatar la escalada de protestas a nivel nacional.

En paralelo, el escenario político adquirió mayor complejidad tras la salida del país del congresista Zaldy Co, uno de los investigados en el escándalo, quien desde el extranjero acusó al presidente Ferdinand Marcos Jr. de participación directa en los hechos. De acuerdo con reportes reproducidos por la prensa local, el gobierno se apresuró a rechazar esas afirmaciones, catalogándolas de “especulativas” y reafirmando que el presidente no poseía vínculos con los actos investigados. Las autoridades ejecutivas insistieron, mediante diversas declaraciones, en el compromiso del mandatario con la transparencia y el respeto por los procesos judiciales que ahora avanzan en tribunales.

El presidente Ferdinand Marcos Jr. realizó declaraciones públicas, difundidas por medios filipinos, para asegurar que existirán “condenas firmes antes de la próxima Navidad” contra los responsables de los desvíos. La postura oficial busca transmitir control y resolución; sin embargo, organizaciones civiles y manifestantes indicaron a los medios que tales anuncios no resultan suficientes y que, en realidad, la solución requiere reformas profundas en los sistemas de supervisión del gasto y en los mecanismos de rendición de cuentas.

Numerosos analistas y activistas citados por la prensa filipina destacan que la participación de la Iglesia católica marcó un punto de inflexión, favoreciendo que sectores sociales usualmente apartados de la política se sumaran al movimiento. Esta ampliación de la base social elevó la presión sobre las autoridades responsables, aunque las últimas manifestaciones no igualaron el nivel de asistencia registrado a mediados de mes, cuando se estimó la presencia de hasta 700.000 personas en la capital.

La prensa local subrayó que el foco del conflicto permanece en los territorios más castigados por recientes tormentas, espacios donde la inversión pública en infraestructuras hidráulicas resulta vital para prevenir nuevas tragedias. Habitantes y funcionarios de esas áreas insisten en la urgencia de acelerar las reparaciones y de investigar con rigor el destino de los fondos públicos comprometidos. El descrédito institucional y la sensación de agotamiento ante la repetición de tragedias han desembocado en una fase más radical del reclamo social, que plantea la necesidad de cambios estructurales en el manejo de los recursos públicos y sanciones efectivas para los implicados en el escándalo.

El portavoz presidencial Dave Gomez, según cita la prensa nacional, reconoció la magnitud del enojo ciudadano generado principalmente por el impacto de las inundaciones y la incertidumbre presupuestaria. Gomez, en nombre del Ejecutivo, confirmó también el respeto absoluto al derecho a la protesta y aclaró que el presidente no tiene previsto abandonar su cargo. “Va a terminar el trabajo que él mismo comenzó y lo hará sin pestañear”, fueron las palabras pronunciadas por Gomez sobre la determinación de Ferdinand Marcos Jr.

Las crónicas periodísticas muestran cómo los municipios profundamente afectados por los desastres coinciden en ser los principales perjudicados por el presunto desvío de fondos, lo que agregó dificultades adicionales para cuantificar el alcance de las pérdidas generadas. En estos espacios, el reclamo por justicia para las víctimas y castigo a los responsables alimentó una crisis de confianza que amenaza con tener repercusiones en los procesos políticos y administrativos de los próximos meses.

Fuentes expertas consultadas por medios nacionales apuntan a que la inusual visibilidad de figuras religiosas dentro del movimiento social está redefiniendo las formas de organización y la presión política basada en valores éticos colectivos. El impacto de este tipo de liderazgo podría modificar la dinámica de futuros movimientos anticorrupción en el país.

El seguimiento periodístico a las audiencias judiciales y la respuesta ejecutiva sigue de cerca el desarrollo del caso. El foco de las autoridades y de los ciudadanos permanece en la expectativa de avances concretos en la transparencia, el castigo a implicados y la reparación de los afectados por la corrupción y la mala gestión de los fondos públicos. El movimiento, sostenido por una base amplia y variada, mantiene viva la exigencia de reformas profundas en los sistemas de control y fiscalización sobre el gasto gubernamental en Filipinas, según reporta la prensa local.