Por qué casi no hay huevos blancos en los supermercados si son iguales que los marrones

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El precio de los huevos ha vuelto a subir en las últimas semanas, impulsado, entre otros factores, por los costes de producción y los brotes de gripe aviar que afectan a las granjas europeas. Pero más allá del impacto en el bolsillo, hay un detalle que muchos consumidores siguen preguntándose: ¿por qué en España casi no se venden huevos blancos, cuando en otros países son los más comunes?

La respuesta tiene poco que ver con la calidad o la nutrición, y mucho con la historia y la percepción cultural. En España, los huevos marrones se asociaron durante décadas a lo natural y lo "de campo", mientras que los blancos quedaron relegados a la industria alimentaria.

UNA CUESTIÓN CULTURAL, NO NUTRITIVA

"La diferencia es puramente cultural", explicaba en 2019 Mar Fernández, entonces directora de la Organización Interprofesional del Huevo y sus Productos (Inprovo), en declaraciones a Telecinco. "Cuando se empezaron a abrir las granjas avícolas, las gallinas que había allí eran blancas. Por lo tanto, se empezó a asociar que los huevos blancos eran de granja, mientras que los marrones eran camperos y más naturales", detallaba.

Esa asociación se mantuvo con el paso de los años y moldeó los hábitos de compra de los españoles. Mientras que en países como Estados Unidos, Canadá o México los huevos blancos son la norma, en España los marrones dominan casi por completo los lineales de los supermercados.

MISMAS PROPIEDADES, DISTINTA CÁSCARA

Lo que diferencia a un huevo blanco de uno marrón no es su composición, sino la raza de la gallina que lo pone. Las aves de plumaje y lóbulos blancos, como la Leghorn, ponen huevos blancos; las de plumas rojizas, como la Isa Brown, los ponen marrones.

Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), "el color de la cáscara viene determinado por la genética del animal y no influye en la calidad, el sabor ni el valor nutricional". Es decir, ambos son exactamente igual de nutritivos.

Fernández aclaraba además que otros factores, como el tamaño o el color de la yema, dependen de la edad y la alimentación del ave. "Los huevos más grandes suelen proceder de gallinas mayores, cuya cáscara es algo más fina, mientras que la tonalidad de la yema varía en función del tipo de pienso. Si es más anaranjada, significa que la gallina se ha alimentado con maíz o forraje; si es más amarilla, con trigo o cebada", explicaba.

EFICIENCIA Y DESTINO DIFERENTE

Las gallinas que ponen huevos blancos, de razas más ligeras, suelen ser más eficientes: necesitan menos pienso para producir la misma cantidad de huevos. Sin embargo, como en España apenas hay demanda, estos huevos se destinan principalmente a la industria alimentaria, donde el color de la cáscara no influye en el producto final.

"Los huevos marrones se mandan a supermercados para el consumo en hogares, mientras que los blancos se envían a la industria", reconocía Fernández en la misma entrevista. En otros países sucede justo al contrario: los blancos son los preferidos para consumo doméstico.

NI MEJORES NI PEORES

A pesar de los mitos, no hay evidencia de que un color sea más saludable que otro. Tanto la OCU como Inprovo recuerdan que las categorías de los huevos (0, 1, 2 o 3) no hacen referencia al color, sino al sistema de cría: ecológico, campero, en suelo o en jaula.

El color, por tanto, no añade ni resta nada al valor nutricional. Lo que sí varía es la percepción del consumidor, que sigue vinculando el tono marrón con una idea de mayor naturalidad o frescura.